Oxígeno
Uno de los puntos de mayor fricción cuando se debate el asunto de Cuba es el que se refiere a las restricciones impuestas a la isla por parte del gobierno de los Estados Unidos. Tender al aflojamiento o al endurecimiento de dichas restricciones, con todos los matices imaginables, suele ser la distintiva que produce bandos contrarios, en el exilio, en la oposición interna y en la política hacia Cuba de la mayoría de los países.
Entre los argumentos más escuchados de los partidarios del endurecimiento se encuentra el metafórico, que impugna cualquier signo de distensión alegando que esto significaría proporcionarle oxígeno al régimen.
Desde hace unos días circula una carta dirigida al Congreso de los Estados Unidos, suscrita por una representativa muestra de la sociedad civil cubana, donde se aboga por el incremento de las facilidades para vender alimentos a Cuba y que se permita la visita a nuestro país de turistas norteamericanos.
Como era de esperar, el documento ha provocado la irritación de los endurecedores. No pretendo ser imparcial en este tema, entre otras cosas porque soy uno de los 74 firmantes y porque en este país vive toda la familia: mi madre, mi hermana, mis hijos, mi esposa, mis nietas y una enorme cantidad de primos y sobrinas.
Por muy dura que se ponga la situación ninguno de ellos va a salir a la calle a protagonizar una exposición social y mucho menos si carecen del argumento de que la ineficiencia gubernamental es del principal responsable de sus carencias. Mientras haya un bloqueo al que acusar, mientras exista la más mínima limitación pública a las potencialidades comerciales, la culpa será del imperialismo, sobre todo si no se aparece por estos lares ni un solo gringo que nos permita verificar su naturaleza no satánica.
En esta pecera falta el oxígeno y los que se oponen a bombearlo no se percatan de que aquellos a quienes pretenden castigar llevan tanques a sus espaldas o snorkel en sus bocas, no están enterados de que estos privilegiados tienen el monopolio de cualquier cosa que parezca respirable y lo reparten atendiendo a los méritos entre quienes hacen la fila de los políticamente correctos.
Parecen desconocer que nuestros derechos han sido secuestrados precisamente en nombre de la amenaza de asfixia y para colmo, contrariando su propia lógica, olvidan que una atmósfera rica en oxígeno favorece el fuego y la explosión.