Ejército y milicias en la Cuba colonial
Santa Clara/Si bien es cierto que en la Isla faltan los grandes intentos de interpretación histórica, y algunos periodos, temas o personalidades siguen en la categoría del tabú, de ninguna manera puede decirse que la literatura histórica permanezca estancada. Es así que en los últimos años han proliferado los estudios localizados de aspectos de nuestra Historia, sea de hechos o personalidades específicas, sea de temas particulares en su desarrollo histórico.
Se han publicado trabajos que en algunos casos suman al rigor investigativo el haber sido escritos en un estilo claro que facilita su lectura por el público interesado en la historia. Me vienen ahora a la mente De los bosques a los cañaverales. Una historia ambiental de Cuba (1492-1926), de Reinaldo Funes Monzote, Historia de la Ciencia y la tecnología en Cuba, de Pedro M Pruna Goodgall, además del libro Ejército y milicias en la Cuba colonial (1763-1783), de Gustavo Placer Cervera.
La obra, que mereció en el 2009 el Premio de la Academia de Ciencias de Cuba, es el resultado de la acuciosa investigación de un marino
La obra, que mereció en el 2009 el Premio de la Academia de Ciencias de Cuba, es el resultado de la acuciosa investigación de un marino a la vieja usanza, de aquellos que a las habilidades propias de su oficio sumaban la amplitud de horizontes tanto espaciales como temporales, y que es hoy por hoy uno de los más importantes especialistas en historia naval en el mundo hispanoamericano, centrado sobre todo en los dos grandes conflictos navales desarrollados en aguas cubanas: la Toma de La Habana por los ingleses y la Guerra Hispano-Cubano-Americana.
Como el propio Placer Cervera se ha ocupado de aclarar en más de una ocasión, no existe ningún vínculo familiar entre él y el almirante español al mando de la flota que resultara hundida frente a la boca de la Bahía de Santiago de Cuba la mañana de 3 de julio de 1898.
Ejército y Marina... no es para nada una de esas aburridas monografías militares, atrayentes solo para aquellos interesados en reglamentos, ordenanzas, equipos o uniformes de otros tiempos. En este libro se nos descubren las claves del pacto que durante 70 años establecieron la monarquía española y el patriciado habanero, desde el arribo el 3 de junio de 1763 del Conde de Ricla, secundado por Alejandro O'Reilly, hasta el desembarco en La Habana de Miguel Tacón el 7 de junio de 1834, ya como Capitán General de la Isla.
Este pacto, que en determinados momentos convirtió al patriciado habanero en el poder real tras el trono español, a una manera muy semejante a cómo los banqueros genoveses tuvieron una posición parecida tras muchas casas reales europeas en la primera mitad del siglo XVI.
Ejército y Marina... nos cuenta las razones que llevaron al monarca español Carlos III a establecer ese pacto en la necesidad de conseguir el apoyo de ese patriciado en la defensa de La Habana; el borde más expuesto de su imperio, a la vez que el nudo principal de sus comunicaciones. También las que convencieron a los "grandes" habaneros para aceptarlo con tanto entusiasmo y respetarlo con tanto rigor a lo largo del tiempo: ciertos privilegios que mucho importaban para el hombre medieval, pero sobre todo las muchas concesiones comerciales que ese monarca les concedió, y que a la larga terminarían por revertir la mentalidad de ese estamento hasta convertir al habanero de clase alta o media alta de 1793 en uno de los individuos más ilustrados y modernos del mundo de la época.
Como bien escribe Placer Cervera en su corto pero contundente epílogo:
"Mediante ese pacto, ambas partes aseguraron logros importantes. La oligarquía puso sus medios económicos y humanos así como su influencia social a disposición del fortalecimiento militar de la Isla, fundamentalmente con su participación en las milicias. A cambio la corona le concedió un conjunto de privilegios y ventajas".
El libro dedica sus páginas finales a la última ocasión en que España se comportó como una potencia de primer orden: la exitosa campaña dirigida por Bernardo de Gálvez, en que España le arrebató a Inglaterra las dos Floridas y las estratégicas islas de Bahamas, a la cual Pilar Cervera le dedica el último capítulo de Ejército y Marina.... sin dejar de hacer constar la vital participación en dicha campaña de efectivos de las milicias disciplinadas de La Habana.
Fueron los de esta Isla los últimos habitantes de las Españas que vieron a sus pies al imperio inglés en una serie de operaciones de gran escala
Nos cuenta así el autor como en la más importante operación de esa campaña, la toma de Pensacola, compañías del regimiento de blancos de esa ciudad que habían sido embarcados en la expedición como infantes de Marina tomaron la isla de Santa Rosa, a la entrada de la bahía de esa ciudad, o como algunas compañías del batallón de pardos participaron en la acción más importante de esta operación, el exitoso asalto del Fuerte George. De este hecho queda un óleo en que se ve a los granaderos ibéricos en el momento de entrar codo a codo con los bravos negros habaneros en la citada fortaleza, bajo una lluvia de plomo.
Si quiere buscarse un "culpable" en este sentido imperial que en lo cubano se mueve entre los intersticios culturales y de cuando en cuando sale a flote, a esta campaña le cabe una buena parte de la culpa. Fueron los de esta Isla los últimos habitantes de las Españas que vieron a sus pies al imperio inglés en una serie de operaciones de gran escala (lo de Buenos Aires en 1806 no pasó de escaramuza), algo que vino a reforzar la impresión que entre descendientes directos de aquella otrora nación imperial había dejado la exitosísima participación de los corsarios cubanos en la Guerra de la Oreja de Jenkins o, incluso, en la que dejó propia defensa de La Habana en 1762, cuya gloria se llevaron un vasco, un guanabacoense y montones de habaneros, villareños y camagüeyanos.
El libro cuenta además con abundantes anexos documentales. Entre ellos varios sobre la ayuda monetaria que los habaneros suministraron a la independencia de las colonias americanas de Inglaterra. Desde la ayuda prestada a navíos americanos que recalaron en La Habana, hasta la importantísima para financiar a la flota francesa que coopero con los continentales en el sitio de las tropas de Cornwallis en Yorktown, y que tan importante fue para obtener su rendición.