Resaca futbolera
La Habana/Atrás quedó el último partido, el gol de Alemania y las manos de Götze alzando la copa del Mundial Brasil 2014. Atrás quedaron los encuentros con los amigos, envueltos en la bandera de Italia o de Costa Rica, para ir a ver los juegos en algún lugar público. Algo de la emoción queda aún, es cierto, pero aquel rugido que recorría La Habana cuando la pelota entraba en una portería en Río de Janeiro o en Sao Paulo, ahora es sólo un recuerdo más. Los rostros pintados de colores, la ola que con los brazos alzados imitaban los espectadores desde sus butacas y la euforia compartida por millones en todo el planeta. La fiesta futbolera ha terminado, ahora viene la resaca.
La resaca es estar de vuelta a la vida real. Regresar a los anaqueles de las tiendas y darse cuenta que el desabastecimiento es mayor que hace cuatro semanas. Enterarse que ayer mismo un centenar de Damas de Blanco fueron arrestadas por intentar un homenaje a las víctimas del hundimiento del remolcador 13 de Marzo. No hay una música pegajosa interpretada por famosos que acompañe esta dura existencia, más bien el rumor de los amigos que nos advierten de "eso que hay por ahí"... "dengue, cólera, el Chikungunya y hasta caracoles gigantes africanos".
Como una patada en la cabeza –y sin que le marquen falta al contrincante- retorna la realidad. No hay brazos que paren el tiro de esa bola rápida que es la cotidianidad, indetenible y dolorosa. Estamos de retorno a nuestro mundial sin luces, sin locutores que bramen ¡goooooool! y sin esa familiaridad que crean las competencias deportivas. En fin, vivimos "un mundial" donde las reglas son estrictas, el árbitro implacable y el premio ninguno.
Ya en la mañana de este lunes los veía, como si despertaran de un sueño. Eran los cientos de miles de cubanos, especialmente jóvenes, que estuvieron metidos en la pasión de la Copa, como si ellos mismos hubieran pateado el balón. Hoy caían en cuenta que no son ni alemanes, ni holandeses, ni argentinos y que una Cuba difícil los espera al otro lado de su puerta. Una Cuba que en cuatro semanas no se ha parado en el tiempo, esperando el silbato para reanudar su curso, sino que se ha deteriorado. ¿Estarán dispuestos a cambiar las reglas del juego de esa realidad? ¿O esperarán el próximo motivo para escapar frente a la tele o la pelota?