Los brazos abiertos de Eduardo Matías
México/México se ha convertido para los cubanos en una de las opciones preferidas para emigrar, bien para radicarse en el país o usándolo como tránsito hacia Estados Unidos. Las odiseas sufridas en estos intentos incluyen detenciones, deportaciones, además de innumerables extorsiones y abusos a manos de inescrupulosos traficantes de personas.
Pero en el Distrito Federal radica un cubano que lleva más de quince años aliviando este calvario. Eduardo Matías López se hizo abogado en la Universidad Central de Las Villas y desempeñó su profesión en derecho marítimo.
Según confiesa, era de los que pensaban que Fidel Castro no sabía lo que estaba pasando y que en cuanto se enterara de lo que hacían los dirigentes de menor nivel todo empezaría a arreglarse. Cuando se le agotó la fe llegó a la conclusión de que o se iba de Cuba o terminaría en la cárcel. Dijo adiós a la Isla el último día de 1987.
Pregunta. ¿Cómo logró que lo reconocieran como abogado en México?
Respuesta. Al principio trabajé en lo que aparecía, aquí en el DF, pero un día al llegar al lugar donde vivía, un vecino me advirtió que habían venido unos cubanos a buscarme. "Tenían pinta de policías", me dijo, y sin pensarlo dos veces recogí las pocas cosas que tenía y me fui a Cuernavaca. Allí estuve un tiempo limpiando piscinas. Yo tenía 33 años.
Haciendo los trámites para regularizar mi situación legal desde el punto de vista migratorio, me fui empapando en todos los vericuetos de la ley, que solo los abogados mexicanos manejaban. Con lo aprendido empecé entonces a ayudar a otros cubanos y ya en 1996 junto a otros amigos fundamos una asociación que tenía una bolsa de trabajo y organizaba ayuda mutua en todos los problemas.
"A muchos hemos tenido que rescatarlos de centros de detención, otros se nos aparecen aquí, como si fueran prófugos de la justicia"
P. ¿Y cuando empezó a formalizar su trabajo?
R. El acta constitutiva de la Asociación Cívica Cubana Mexicana data del 28 de enero de 1996. Nos inscribimos con dos objetivos principales. El primero era mantener las raíces cubanas en la cultura, costumbres, gastronomía, religión. Todas esas actividades culturales eran hasta ese momento un privilegio de la embajada de Cuba en México y nosotros ofrecíamos una alternativa. En una ocasión ya teníamos preparada la celebración de una semana de cultura cubana en México y, por presiones del Gobierno cubano, el señor Cuauhtémoc Cárdenas, jefe de Gobierno del Distrito Federal, ordenó la suspensión de todas las actividades. Lo peor es que la cancelación se impuso 24 horas antes de la inauguración con todos los preparativos ya encaminados.
P. ¿Y el otro objetivo?
R. Realmente ese otro es el más importante y es ayudar a los cubanos que lo necesitan. Aquí vienen los que pretenden residir o transitar hacia los Estados Unidos. Unos llegan por el aeropuerto con una visa turística, que no solo vienen de Cuba –pueden llegar de Rusia, de Alemania o de un país africano–; otros se aparecen por la frontera sur, después de una larga travesía cruzando diferentes países de Centroamérica; numerosos han llegado por vía marítima en embarcaciones inventadas.
A muchos de ellos hemos tenido que rescatarlos de centros de detención, otros que no fueron descubiertos se nos aparecen aquí, como si fueran prófugos de la justicia, sin contar aquellos que fueron abandonados a su suerte por los coyotes. Suman miles los casos que hemos tramitado.
Atendemos fundamentalmente a los que tienen pocos recursos, porque los que vienen con dinero pagan directamente a un funcionario corrupto de Migración o contratan a un abogado que les cobra entre 3.000 y 4.000 dólares. Nosotros prestamos estos servicios de forma gratuita. Solo tienen que pagar en el banco los trámites que les hace Migración.
P. ¿Y qué logran esos cubanos cuando acuden a ustedes?
R. Lo primero que hacemos es representar en el Instituto Nacional de Migración a ese cubano mediante una carta poder. Cuando salgo de esa oficina con un documento que certifica que ese cubano está en México realizando los trámites para regular su presencia en el país, ya todo cambia. Ya no es un prófugo buscado por la justicia y eso proporciona una tranquilidad enorme. Además les damos de forma impresa los artículos que protegen sus derechos, para que puedan responder y sepan defenderse.
"A los cubanos que llegan aquí con nada o casi nada de recursos financieros no les cobramos nada por nuestra gestión"
P. ¿Y si es gratuito, cómo se mantiene esta asociación?
R. Yo soy abogado y mis ingresos personales los obtengo por mi trabajo en otros perfiles. Pero a los cubanos que llegan aquí con nada o casi nada de recursos financieros no les cobramos nada por nuestra gestión. Por otra parte hacemos lo posible por incurrir en la menor cantidad de gastos posibles. Por ejemplo, un espacio de estas dimensiones en el barrio de Polanco costaría 35.000 pesos de alquiler; aquí en este barrio pagamos 3.000.
Recibimos ayuda de gente que trae comida, ropa y donaciones en efectivo. Eso sí, siempre advertimos que esas donaciones en ninguna forma pueden condicionar nuestra labor de ayuda humanitaria. En lo personal me interesa la política, pero a la hora de tenderle la mano a un compatriota no nos interesa si es un opositor al régimen o un militante del Partido Comunista.
P. Algunos voceros oficialistas del Gobierno cubano han proclamado que usted se dedica al tráfico ilegal de personas. ¿Qué les contesta?
R. En primer lugar diría que no estamos en Cuba y que en este país es indispensable probar las cosas para hacer una acusación. En 15 años nunca he recibido de parte de las autoridades mexicanas ni siquiera una notificación al respecto.
El tráfico existe cuando de forma intencional alguien se ocupa de internar emigrantes a un país y lucra con esa actividad. Nosotros no traemos a nadie. La ley de migración faculta a los defensores de derechos humanos a realizar este tipo de labor para proteger a los emigrantes. Esta asociación está legalmente como un albergue para emigrantes y esa misma ley prohíbe a las autoridades migratorias subir esas escaleras para capturar a un emigrante bajo este techo. Ni siquiera pueden venir a hacer una inspección. Que yo tenga conocimiento en todo México ese es el único lugar que presta esta atención a los cubanos.
P. Se dice que "el largo brazo" del Gobierno cubano obstaculiza muchas actividades que realizan en el extranjero los grupos independientes de cubanos. ¿Les ha tocado a ustedes de alguna forma?
R. Ese largo brazo me ha golpeado directamente con su puño y no de forma metafórica, sino real, y no solo el brazo; hemos sido pateados, pisoteados por personas que militan en esos grupos de solidaridad que responden a las órdenes de la embajada de Cuba en este país. Hace años mi auto explotó. Los peritos de la policía determinaron que había sido intencional y que se había utilizado una sustancia muy sofisticada y de forma muy profesional.
"Hemos sido pateados, pisoteados por personas que militan en esos grupos de solidaridad que responden a las órdenes de la embajada de Cuba en México"
P. ¿Pero no tiene pruebas contundentes que hayan sido "ellos"?
R. No, por eso no los he denunciado, pero ese incidente ocurrió poco después de que se dio una situación muy desagradable con los cadáveres de dos cubanos que intentaban ingresar por mar y que cuando se le consultó a la embajada cubana si repatriaría los restos o serían arrojados a una fosa común, ellos aceptaron esta última opción. Eran un hombre y una mujer de Santa Cruz del Sur, en Camagüey. Entonces nosotros nos movilizamos y al menos conseguimos que nuestros compatriotas tuvieran un entierro digno. Esa indiferencia de las autoridades cubanas fue denunciada y a ellos no les gustó.
P. ¿Cuántas personas caben en este albergue?
R. Recuerdo una vez que un vecino vino a quejarse diciéndome que aquí en mi casa ya había más cubanos de los que Fidel Castro montó en el yate Granma. Y era cierto: había 85 personas. Hemos tenido todo tipo de gente. Aquí tenemos un mueble que lo empezó a armar un carpintero de Guantánamo y lo vino a terminar otro de Pinar del Río. También hemos tenido nicaragüenses, venezolanos y hasta una muchacha de Ucrania que había vivido 27 años en Cuba y ahora tiene una cafetería en Miami.
P. ¿Y cómo han sido las relaciones con el Gobierno mexicano?
R. Hemos estado aquí durante el mandato de seis presidentes y siempre me pregunto cuánto tiempo hubiera durado esta iniciativa si la hubiera intentado en Cuba, aunque sea para proteger a cubanos de las provincias orientales que son considerados ilegales en La Habana. Creo que no hubiera durado ni diez minutos.
Me siento como el perrito callejero del cuento, que cuando le preguntan para qué vino a México si en Cuba todo está tan bien, responde "he venido a ladrar". Y tengo que decir que con todas las dificultades que cualquiera se puede imaginar, aquí he ladrado mucho y he ladrado alto. En los periódicos, la radio, en televisión, en eventos internacionales, en la Cámara de Senadores y en la Cámara de Diputados.
Hemos tenido colaboración con fundaciones de muchos países y de muchas tendencias. La emigración en México tiene tres problemas: la interpretación caprichosa de la ley, una impresionante corrupción, donde la nacionalidad cubana es una mercancía altamente cotizada, y finalmente una extendida impunidad en la que los jefes protegen a sus subordinados; eso lo he dicho en público y cuando entro a esas oficinas no me sacan de ahí a empujones, me reciben de forma respetuosa.
Sin esa legitimidad que me ha otorgado la democracia mexicana no hubiera podido tener los brazos abiertos para ayudar a mis compatriotas.