Los médicos cubanos varados en Colombia, víctimas del diálogo con EE UU
México/La doctora Dened salió de Cuba el pasado febrero, rumbo a la Misión Barrio Adentro, en Venezuela. Allá dejaba padre, madre, hermana y un marido que estudió economía y trabaja de carnicero.
Para el Gobierno cubano, era un médico más de los muchos que ha prestado a Caracas desde 2004 –cuando Hugo Chávez instauró ese programa social con la colaboración de Fidel Castro–, pero a ella ya le rondaba otra idea en mente: llegar a Miami, donde vive una prima de su padre.
Dened lleva hoy siete meses varada en Colombia esperando un visado para Estados Unidos. Lo solicitó, como otros miles de médicos cubanos, bajo el Cuban Medical Professional Parole (CMPP), una disposición creada en 2006 por el entonces presidente George W. Bush que permite entrar a EE UU a los profesionales sanitarios de la Isla que participen en misiones internacionales del Gobierno de Cuba.
“Me bastaron sólo cinco días para notar el peligro y la escasez en Venezuela. Lo único que le faltaba para ser Cuba era una libreta de abastecimiento"
"Sentía que los años pasaban y a pesar de mi posgrado y mis ganas de superarme, me estaba convirtiendo en una mediocre estomatóloga de un policlínico de Alamar", cuenta Dened a este diario vía correo electrónico. "Tenía que conformarme con un salario básico y la merienda que te llevaba el paciente. Sentía que no podía ayudar a prosperar a mi familia".
En cuanto llegó a Caracas, desertó: "Me bastaron sólo cinco días para notar la inestabilidad política, el peligro y la escasez de aquel país. Lo único que le faltaba para ser Cuba era una libreta de abastecimiento. No me daban desayuno y cuando pregunté por qué, me dijeron que nadie me había obligado a ir de misión, ¡que tenía que ser fuerte y aguantar!" Si tenía alguna duda, se le quitaron de inmediato. "Imagínate que me querían poner a dar clases a odontólogos cubanos y venezolanos por el simple hecho de ser especialista en primer grado, sin tener yo categoría docente", detalla. "Me dijeron que si me negaba me traería malas consecuencias, que ahí había que hacer de todo; que lo mismo me iba a encontrar una enfermera sacando una muela que un dentista asistiendo un parto, y se echaron a reír".
Dened continúa el relato de su breve experiencia en la misión en Venezuela: "Me di cuenta de que muchos están ahí por palanca, y otros, sin cumplir ningún tipo de función que no fuera espiar y estar pendiente de ti. Había una especie de secretaria ejecutiva (ese era su cargo oficial) que lo mismo limpiaba el piso en la casa coordinadora que le preparaba café a los jefes o que me vigilaba y estaba pendiente a cada paso que yo daba. Era una especie de empleada explotada a la máxima potencia que hacía todo lo que le dijeran". Para colmo, cuenta: "Cuando llegué al lugar donde iba a trabajar me explicaron que el consultorio odontológico lo habían desmantelado porque el Gobierno llevaba meses sin pagarle al propietario, así que él decidió deshabilitarlo. Es decir, que hasta que no encontraran otro lugar no iba a trabajar, sólo hacer labores de promoción en la comunidad".
En esos días, le intentaron quitar el pasaporte, pero ella se negó. Le explicaban que no podía salir sola porque los nuevos ingresos eran "posibles desertores". Así fue en su caso.
Dened narra que salió del estado de Portuguesa el lunes 16 de febrero sola, sin ningún tipo de orientación y sin nadie que la esperara, llevando encima sus documentos, un celular BLU, dos mil dólares que había juntado vendiendo en Cuba su lavadora, ropa y algunas joyas de oro, dos blumers, una blusa, un pantalón y una cámara fotográfica. "Estaba en la casa del coordinador, a una cuadra de CDI [el Centro de Diagnóstico Integral, uno de los pilares de la llamada Misión Barrio Adentro]. Salí, paré una mototaxi y después cogí un taxi hasta Barinas". De ahí fue en bus hasta Mérida, donde iba a contactar a "una amiga de una amiga de mi mamá", que, se queja, "nunca me ayudó". Allí se hospedó en un hotel donde pagaba 900 bolívares la noche hasta que encontró a alguien dispuesto a "cruzarla" hasta la ciudad colombiana de Cúcuta.
En Colombia, "unos policías de tránsito me chantajearon con deportarme y me pidieron 600 dólares. Yo les di 500"
La frontera la traspasó con éxito, pero aún quedaban escollos en el camino a Bogotá. "Unos policías de tránsito me chantajearon con deportarme y me pidieron 600 dólares. Yo les di 500. Estuve 14 horas sin ingerir ningún tipo de alimento, sólo tomando agua que llevaba en varios pomitos", dice. "El miedo por lo que me había pasado con los polis me impedía bajarme del bus cuando hacía alguna estancia. Me metía en el baño y esperaba a que volvieran a arrancar". Según cuenta, tuvo suerte de que en el mismo vehículo iba otra chica cubana a la que sí esperaban y que le ofreció alojamiento donde ella iba a parar. Llegó a Bogotá cinco días después de salir de Venezuela y presentó su petición en la Embajada de Estados Unidos el 23 de febrero de este año.
Según datos oficiales de Migración Colombia, 720 cubanos han ingresado en el país en lo que va de año de manera irregular tras desertar en Venezuela. De ellos, 117 están a la espera del visado estadounidense y 603 lo han conseguido.
Las cifras que manejan los propios médicos cubanos son, sin embargo, mucho más altas: calculan que desde enero, han ingresado en Colombia unos 1.600, de los que 600 han conseguido visado.
En principio, Dened esperaba que Estados Unidos respondiera a su petición como mucho en tres meses, como ella asegura que indica el programa CMPP. Transcurrido ese tiempo, Dened escribió al Servicio de Inmigración y Ciudadanía de los EE UU (USCIS, por sus siglas en inglés, el que otorga los visados) y le contestaron que aún estaba bajo revisión y que "se están experimentando atrasos".
Dened está convencida de que estos retrasos se deben al restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y EE UU
Dened está convencida de que estos retrasos se deben al restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y EE UU. No es la única que sostiene esta opinión sobre los posibles efectos colaterales del diálogo entre los dos países. El doctor Julio César Alfonso, por ejemplo, director de la ONG Solidaridad Sin Fronteras, declaraba hace unos días, en entrevista con Martí Noticias: "Es la primera vez que ocurre un hecho de este tipo, con un número tan grande de profesionales varados en un lugar, y casualmente coincide con las conversaciones de acercamiento".
A pesar de las dificultades, Dened agradece haber tenido suerte: en Bogotá la acogen unos amigos de su padre, periodistas colombianos, y su tía de Miami le envía dinero. Otros colegas compatriotas no corren con esa fortuna, y deben buscar trabajo de lo que sea –ilegalmente, pues les está prohibido– para pagar una renta de hasta 100 dólares al mes.
La joven doctora destaca el caso de una mujer que acabó dando a luz en Colombia y tuvo que vérselas para reunir los 1.000 dólares que costaba la cesárea, o de otro médico al que se le presentó una apendicitis y tuvieron dos días con dolores hasta que sus compañeros consiguieron el dinero para pagar la operación.
"Lo que más me incomoda de está situación", asegura Dened, "es la falta de información y saber que en medio de todo esto está metido el Gobierno cubano. Hay algo bien contundente que no deja que este programa fluya".
El sábado pasado, ella y sus colegas cubanos participaron en una manifestación en Bogotá, en el Monumento de las Banderas, todos con bata blanca, para pedir la resolución de sus casos a EE UU. El portavoz del Departamento de Estado, John Kirby, aseguró el jueves en rueda de prensa que la tardanza en la aplicación del CMPP no tiene "ningún lazo, ninguna conexión" con la nueva política hacia Cuba, y que la asignación o no de visados es responsabilidad del USCIS, no de su departamento.
Los comentarios del funcionario estadounidense no han contribuido a tranquilizar a los galenos varados en Colombia cuya desesperación va creciendo a medida que pasan las semanas.