La Maestranza, el Disney World de La Habana
La Habana/A pocos metros de la bahía habanera, al parque de diversiones La Maestranza se le reconoce desde lejos por la algarabía de los niños, el chirrido de los metales de sus aparatos de diversión y las largas colas para entrar. Este verano, sus instalaciones vuelven a deparar alegrías y disgustos entre los visitantes.
A principios de julio, se extendió el rumor de que el centro recreativo tenía previsto cerrar desde mitad del mes hasta finales del verano por reparaciones. La especulación llegó hasta tal punto que Juventud Rebelde publicó la carta de protesta de una lectora que sostenía tener información de una trabajadora de La Maestranza que daba por hecho el cierre. La difusión de la misiva tuvo como consecuencia reuniones de urgencia con los trabajadores del parque y el asunto se cerró con un compromiso de la administración de mantener sus puertas abiertas durante estas vacaciones.
Para garantizar el mantenimiento, los aparatos se reparan ocasionalmente, evitando coincidir con las fechas de vacaciones escolares. Semanalmente se procede al aceitado y la revisión de poleas cadenas y motores, y cada mañana se hace una revisión que incluye pruebas de funcionamiento, según explican los trabajadores, responsables también de la limpieza de los equipos.
Los años de funcionamiento y la cercanía al mar, con los problemas relacionados con el desgaste y la erosión que conllevan, han hecho mella en sus atracciones
Sin embargo, los problemas del parque de diversiones, gestionado por la Oficina del Historiador de la Ciudad, están muy lejos de resolverse. Los años de funcionamiento y la cercanía al mar, con los problemas relacionados con el desgaste y la erosión que conllevan, han hecho mella en sus atracciones y la percepción de los usuarios es de cierta inseguridad. No es la única de las quejas. Los visitantes lamentan también la poca variedad en las confituras y bebidas que ofrecen para los niños, estas últimas, restringidas en parte porque el local solo tiene permitido vender productos en moneda nacional.
Bajo el inclemente sol del verano los visitantes se ven obligados a llevar sus propias reservas o comprar una botella de un cuarto de litro de agua por la cuarta parte de un salario diario, 6 CUP.
Luisa y Nuria son abuelas de dos niños que asisten a la escuela primaria. Este domingo hacían cola para acceder a La Maestranza desde bien temprano y antes de que el local abriera sus puertas a las 10 de la mañana. "Vinimos preparadas porque ya conocemos bien que aquí el problema es la falta de sombra y de bebidas frías", explica una de ellas.
La Maestranza cuenta con un escaso centenar de árboles, entre los que predomina la uva caleta, un arbusto muy típico en la costa cubana, pero de escasa altura. Además, la proximidad a la playa dificulta el crecimiento de la vegetación por el contacto con el salitre. También molesta a los visitantes la presencia de hormigas, a pesar que se realiza una fumigación al mes que no parece ser suficiente, pero "no se puede exponer a los árboles y al público al producto, porque lo que es bueno para una cosa es malo para otra", afirma un trabajador de mantenimiento.
"Vinimos preparadas porque ya conocemos bien que aquí el problema es la falta de sombra y de bebidas frías", explica una visitante
En la fila, este domingo, también esperaba una familia que había viajado desde el matancero municipio de Jovellanos para visitar el parque. "Esto es lo más cercano a Disney World que tenemos en Cuba, así que hay que conocerlo", ironiza Micael, padre de un niño de 10 años y de una niña de seis que miraban con ojos asombrados a través de la verja que los separa de las atracciones.
Un hombre pasa ofreciendo globos y pequeños juguetes hechos con plástico reciclado. Detrás llega otra vendedora con cornetas realizadas en papel y metal que llenan el ambiente de pitidos. "Lo mínimo que una familia gasta en un día en este lugar es entre 10 y 15 pesos convertibles (CUC), si quiere pasarla bien", explica Micael. Su salario como ingeniero químico es el equivalente a 30 CUC.
En diciembre del pasado año los cuentapropistas que laboraban en los alrededores del parque, desde vendedores de juguetes, fotógrafos, alquiladores de carritos infantiles y tatuadores ligeros, hasta expendedores de alimentos -algunos autorizados y otros no-, fueron informados de que "el Partido y el Gobierno" habían tomado la decisión de que no podían seguir trabajando en el lugar, so pena de recibir abultadas multas y el decomiso de la mercancía.
Hoy, algunos de estos comerciantes se atreven a desafiar los controles y venden galletas, caramelos y juguetes a lo largo de la fila. La administración del parque no puede competir en variedad y calidad con los vendedores privados, que también ofrecen sombrillas y gorros de papel para protegerse del sol.
En los cinco días a la semana que permanece abierto La Maestranza, el público fluctúa entre los 400 y 500 visitantes diarios del miércoles al viernes y los más de 800 los días del fin de semana. Lo recaudado ‒3 CUP la entrada y 0,50 CUP por el uso de cada atracción‒ va a parar a las arcas de la Oficina del Historiador, que decide cómo reinvertir los recursos. "Debemos esperar que la Oficina del Historiador invierta y hay otras prioridades en el casco histórico por el momento", comenta una de las cuidadoras de la zona de inflables.
Yamila Báez Pérez, gerente del lugar desde hace dos meses, justifica lo menguado de las tablillas de las cafeterías estatales en que no está en sus manos el abasto de esos productos, pues es la Oficina del Historiador la que lleva a cabo "los convenios con las empresas productoras de confituras", dijo a 14ymedio.
En los cinco días a la semana que permanece abierto La Maestranza, el público fluctúa entre los 400 y 500 visitantes diarios
La gerente se ufana de que todos los equipos estén en funcionamiento, menos la estrella que desde agosto del año pasado está rota, y están a la espera de una nueva. Aun así, lamenta que haya comenzado el verano sin haber podido retocar con pintura las atracciones por la falta de la materia prima.
Sin embargo, dada la limitada oferta recreativa para infantes con que cuenta la ciudad de La Habana, La Maestranza sigue siendo un lugar obligatorio para las visitas durante las vacaciones docentes. "Aquí no tendremos al Pato Donald ni a Mickey Mouse, pero al menos los muchachos se divierten y gastan energía", explica Micael.
Antes de traspasar la puerta de acceso a La Maestranza la familia ya ha gastado 10 pesos convertibles en chucherías y refrescos. "Este día lo voy a recordar todo este mes de julio y el próximo también", se ríe el ingeniero. "Esto es como los carros locos: uno sabe cómo entra pero no cómo sale".