Revendedor, esa mala palabra
La Habana/"Tengo colchones, juegos de sala, aire acondicionado...", dice por lo bajo un individuo apostado a la entrada de una conocida tienda. Un par de metros adelante, otro vendedor furtivo tiene filtros para el agua de beber, y así sucesivamente se extiende, a ambos lados del centro comercial, una red ilícita que abastece a no pocos clientes insatisfechos con la pobre oferta estatal.
Si en las tiendas usted busca sin éxito no debe preocuparse, pues saliendo de allí y por unos cuantos pesos más es bastante posible hallar todo cuanto necesita con los "revendedores". Estos comerciantes que pululan en calles como Carlos III, Monte o la calzada de 10 de Octubre, operan sin más ley que la oferta y demanda. La solución que se le ocurre al gobierno, lejos de centrarse en abarrotar los estantes medio vacíos, ha sido erradicar lo que califica como una "indisciplina social".
No se considera, en cambio, el otorgamiento de licencias para comerciantes. De hecho, la palabra "comerciante" está desterrada de la jerga oficial. Quienes ejercen uno de los oficios más viejos que conoce la humanidad son llamados "revendedores" y eso, a ojos de las autoridades, no es para nada bueno. El gobierno les acusa de acaparamiento y especulación.
En lo que va de año se han impuesto casi 17.000 multas y realizado cientos de decomisos. Sin embargo, las medidas punitivas hasta ahora no bastan. "No tenemos para un inspector en cada cuadra. Necesitamos la ayuda de la población", declararon al noticiero de la televisión unas inspectoras estatales. El fenómeno se ha salido de control. A ello no sólo contribuye la improductividad o la mala distribución que realiza el monopolio estatal, sino que el problema incluye la corrupción de no pocos funcionarios.