La cuna de la langosta ilegal
La Habana/El Surgidero de Batabanó, un puerto pesquero con un poco más de 5.000 habitantes, parece un lugar olvidado por la modernidad y el desarrollo. Sin embargo, entre sus humildes casas y sus calles deterioradas se esconde uno de los principales centros del comercio ilegal de langosta del que se abastece La Habana.
Con una abundante presencia de crustáceos en su lecho marino, la economía de esta zona costera, perteneciente a la provincia Mayabeque, se mueve alrededor del Combinado Pesquero Industrial y de la Fábrica de Mariscos, pero también de la captura ilegal de esa reina de las mesas cubanas cuya demanda ha aumentado con el crecimiento del turismo y la ampliación de los restaurantes privados.
Mientras que en los platos de los glamorosos locales gastronómicos que han surgido en los últimos años un plato de langosta nunca cuesta por debajo de los 15 pesos convertibles, en el Surgidero de Batabanó resulta una comida frecuente en la mesa de los más pobres. Quizás no tienen asfalto en buena parte de sus calles y en la noche el pueblo es aburrido y oscuro, pero el mar guarda la mayor riqueza que poseen los allí residentes.
Desde sus humildes casas, escondidas dentro de maletines con ropa, camufladas con ingeniosas coberturas y perseguidas por la policía que controla las carreteras, viajan las colas de langosta que terminarán en el menú de las más selectas paladares habaneras.