El Calero, un reparto que se quedó a medias
Pinar del Río/El Reparto Hermanos Cruz, conocido popularmente como el Calero, deviene por sus dimensiones en una pequeña ciudad. Al contrario del Reparto Llamazares, que quedó atrapado entre la ciudad y la Zona Industrial de Siete Matas, el Calero fue construido en una gran extensión de terrenos llanos del lado norte del Río Guamá.
Ambas ciudades dormitorios fueron levantadas en los años setenta cuando la construcción estuvo en pleno auge y creó incontables pueblos, comunidades y ciudades a lo largo y ancho de la Isla. Si bien es cierto que millones de ciudadanos tuvieron entonces acceso a una vivienda, también lo es que fueron concentradas miles de familias del campo en micro ciudades sin ofrecerles una alternativa y, en no pocas ocasiones, en contra de su voluntad.
El Reparto Calero tiene los edificios más altos de la ciudad, dos de ellos de doce plantas y otros tantos de ocho, así como numerosas construcciones de dos y cinco pisos, cuyo estilo arquitectónico de inspiración soviética es conocido popularmente como cajas de bacalao. La uniformidad de largas calles rectas con edificios a ambos lados adormece la vista. De vez en vez, para romper la triste monotonía del paisaje,
aparecen un parque, una escuela, un policlínico o un centro comercial.
Por esos mismos años, en el centro de la ciudad de Pinar del Río, en la calle Maceo, se levantó otro gran edificio de doce plantas. Lo veo todos los días, pues está enclavado al frente de la casita colonial en la cual vivo junto a mi esposa y
suegra.
Lo llamo cariñosamente El Elefante Blanco. Esta inquietante mole de concreto desarmoniza el panorama de la ciudad, donde predominan todavía las casas de teja roja y portales. El doce plantas de la capital pinareña es el resultado absurdo de la fusión de la polka rusa con el son cubano, de la mulata con el bolo, de la balalaika con el tres.
Fue, en mi humilde opinión de bisoño en esta temática, el disparate mayor cometido por los que planificaron su construcción. "Aquí está, aquí está...", no la Puerta de Alcalá –o la de Brandeburgo o El Arco del Triunfo de París, ¡ya quisiéramos!–, pero sí nuestra torre de doce plantas como tremendo ejemplo de lo que no se debe hacer. Tengo fe en que las futuras generaciones de pinareños verán todas estas edificaciones, las que queden en pie, como una agresión a la estética y la ética de los cubanos. Mientras tanto, "mírala, mírala, mírala".... nuestra caja de bacalao.