Que el Gobierno de Cuba se abra a su pueblo
La Habana/El papa Francisco viene a Cuba en septiembre próximo y todo el pueblo cubano le dará una afectuosa bienvenida, como ya ocurrió con las dos anteriores visitas de sus predecesores. Aunque aquí la religiosidad es diversa y no son pocos los ateos, estarán presentes en sus actividades católicos y no católicos.
Esta será una ocasión para saludar a un papa latinoamericano que ha intentado varias reformas en la Iglesia católica, se ha identificado con los pobres y desposeídos, ha llamado a la explotación por su nombre y, en tierras latinoamericanas, dijo que "las normas y las leyes, así como los proyectos de la comunidad civil, han de procurar la inclusión, abrir espacios de diálogo, de encuentro y así dejar en el doloroso recuerdo cualquier tipo de represión, el control desmedido y la merma de libertades".
Hoy, como lo quiso el papa Juan Pablo II, el mundo se está abriendo a Cuba y Cuba se está abriendo al mundo, y en eso ha jugado muy importante papel este papa latinoamericano, quien medió para que los Gobiernos de Cuba y EE UU emprendieran un proceso de diálogo que ya permitió la reapertura de embajadas y el restablecimiento de las relaciones diplomáticas.
La difícil situación interna pudiera complicarse por la resistencia del Gobierno a reconocer el pensamiento diferente y su insistencia en reprimir
Y este proceso ha sido posible, tanto por la necesidad del Gobierno cubano de acceder a fuentes internacionales de financiamiento, como por la necesidad de EE UU de recomponer sus relaciones con América Latina, afectadas precisamente por la política de aislamiento hacia Cuba.
Sin embargo, lo que más necesitamos los cubanos, los ciudadanos, los de abajo, los que podríamos no recibir ningún beneficio de esos acercamientos gubernamentales, es que el Gobierno del país se abra a su pueblo. A eso quizás pueda contribuir también el papa Francisco, aunque la fuerza que lo demanda sea más moral y humana que económica.
En este sentido, Espacio Abierto de la Sociedad Civil Cubana, dirigió una carta a su Santidad, entregada personalmente en la nunciatura de La Habana, en la que se le solicitaban sus buenos oficios para mediar entre el Gobierno y la sociedad civil cubana y facilitar un diálogo, como ya hizo entre las autoridades cubanas y estadounidenses.
A la sociedad cubana le urge este diálogo nacional al que han llamado distintas fuerzas políticas y sociales en los últimos años, pues existe una difícil situación interna que, desgraciadamente, pudiera complicarse por la resistencia del Gobierno a reconocer el pensamiento diferente y su insistencia en reprimir sus manifestaciones.
Hoy, el oficialismo sigue discursando y actuando como en ciudadela sitiada −¨toda disidencia es traición¨−, al tiempo que se hace evidente que las propias políticas gubernamentales son las que impiden la democratización de la sociedad, el avance de las fuerzas productivas y el desarrollo de las relaciones de producción libres, de carácter autogestionario, que caracterizarían la nueva sociedad postcapitalista, concomitantes con la doctrina social de la Iglesia.
Cuba puede salir fortalecida como nación o derivar hacia la consolidación del autoritarismo
Cuba vive un momento trascendental por la coincidencia de tres factores importantes: el declive natural de las figuras que hace más de medio siglo gobiernan el país, el fracaso del modelo estatalista asalariado, políticamente manejado de forma centralizada, y el cambio de política hacia Cuba de la administración Obama. De la combinación de estos factores, Cuba puede salir fortalecida como nación o derivar hacia la consolidación del autoritarismo.
Mucho dependerá del acceso que el pueblo logre al autogobierno y la autosustentación, por lo cual es de primera importancia que el actual Gobierno, hoy abierto únicamente a las propuestas del Partido Comunista, se abra a todas las formas políticas del pensamiento y del actuar económico y social.
Si como consecuencia de la combinación de esos factores quien sale fortalecido es el capitalismo monopolista de Estado en alianza con el capital extranjero, el gran ganador aparente será el autoritarismo militarista presente, pero al costo eventual de una anexión virtual económica y geopolítica al gran vecino del norte, que sería el garante y motor financiero del autoritarismo.
Si la resultante es el avance de un proceso de democratización de la política y la socialización de la economía, la prosperidad y el bienestar para todos los cubanos −y consecuentemente el futuro de la nación− estarían garantizados, ayudados por las nuevas coyunturas internacionales.
El papa puede ahora poner otro granito de arena, o quizás echar una dosis de sedimento, en el buen camino de la nación cubana y ayudarnos a todos a entender la necesidad del diálogo y las políticas del bienestar común que propicia la doctrina social de su Iglesia.
Bienvenido a La Habana, papa Francisco.