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El 122 aniversario de la República que perdimos

Contábamos con amplias libertades económicas y una notable movilidad social

Recuerdos de las calles de Cuba en la época de 1950 / Nostalgia Cuba
Pedro Corzo

26 de mayo 2024 - 17:44

Miami/Cuba no era un paraíso. Nunca lo fue, pero era unos de los países con mejores índices sociales y económicos de toda América Latina.

Había numerosos problemas, pero se habían resuelto más de los que se enfrentaban, aunque desde mi perspectiva, el golpe militar del 10 de marzo de 1952, que rompió el ritmo constitucional, propició un desequilibrio que afectó gravemente a la nación y facilitó la irrupción del totalitarismo en nuestro país.

Es cierto que la Constitución de 1940 había sido restablecida en 1955. No obstante, el clima político y la convivencia no volvieron a ser los mismos a pesar de los progresos económicos.

En el período previo al triunfo de la insurrección, la situación económica y social estaban en franco proceso de mejora. Tanto que el doctor Salvador Villa, en su libro Cuba, Cenit y Eclipse, afirma: “muchos de nosotros mismos ignorábamos hasta qué punto llegaba el grado de desarrollo alcanzado en comparación con el resto de América Latina y el mundo y es preciso conocerlo y recordarlo con orgullo, para sentirnos más cubanos.”.

Contábamos con amplias libertades económicas y una notable movilidad social. Las inversiones extranjeras eran importantes y la legislación laboral era significativamente positiva, aunque no se cumpliera en su totalidad.

La Constitución de 1940, carta elaborada en asamblea pública por todas las fuerzas políticas del país, incluidos los comunistas, establecía la división de los poderes públicos y la independencia de los mismos, junto a prerrogativas sociales y económicas mucho más avanzadas que la mayoría de otras legislaciones del hemisferio.

Salarios mínimos fijados por comisiones paritarias de patronos y obreros. Prohibición de hacer descuento de los salarios o sueldos de los trabajadores; el estipendio de los trabajadores tenía que ser pagado en dinero, no en mercancías; seguro social obligatorio, incluidas la invalidez y la vejez; derecho a jubilación por antigüedad y pensión por causa de muerte, siendo Cuba el primer país del mundo que otorgó este derecho a los trabajadores agrícolas.

Jornadas laborales de ocho horas, seis para quienes estuvieran entre los 14 y 18 años de edad. Descanso retribuido de un mes por 11 de trabajo; protección a la maternidad obrera, con descanso forzoso y pago de salario a las embarazadas seis semanas antes del parto y seis semanas después.

Libertad de sindicalización y colegiación; derecho a huelga, contratación colectiva de trabajo, obligatorio para patronos y obreros. Inamovilidad laboral, obligación del Estado de construir viviendas baratas para los trabajadores y asistencia social por parte del Ministerio de Salubridad.

Señala Villa, con informaciones extraídas, entre otros, de anuarios de Naciones Unidas, que el salario promedio del trabajador agrícola cubano era el séptimo del mundo y el segundo de América, y el salario industrial, el segundo del continente.

No podemos afirmar que estas disposiciones en la Constitución nacional se cumplieran a cabalidad en todo el país, pero sí en amplios sectores de la vida productiva.

La Educación fue una preocupación constante de los Gobiernos de la República. La Constitución establecía que era obligatoria hasta el sexto grado y gratis hasta el octavo. Las escuelas vocacionales eran gratuitas. La matrícula en las universidades del Estado era de 50 pesos, sin que faltara la inscripción gratuita.  

En la Isla se podía impartir la enseñanza privada, religiosa o laica, regida por los patrones de la Educación pública. Los centros educacionales primarios del país ascendían a 10.600, los cuales 8.900 eran públicos;  había 14 Escuelas Normales para maestros e igual número de escuelas de Comercio y 21 Institutos de Segunda Enseñanza, sin contar los privados, además, de escuelas de Periodismo, Bellas Artes, Agricultura y Tecnológicas.

En 1958, teníamos 12 universidades, de las cuales tres eran públicas, y todas disfrutaban de plena autonomía.

Lastimosamente, solo el 77,9 por ciento de los cubanos sabían leer y escribir. Sin embargo, Cuba ocupaba la tercera posición en alfabetización en América Latina, después de Argentina y Uruguay.

La Salud estaba por encima de otros países de nuestro continente. La mortalidad infantil, la menor de toda Latinoamérica, 37,6 por mil, y la mortalidad general, una de las más bajas del mundo, 5,8 por cada mil habitantes.

La economía mostraba señales de fortaleza y crecimiento constantes, como lo evidenciaba el sistema financiero nacional, que estaba constituido por bancas especializadas, entre otras, el Banco de Fomento Agrícola e Industrial, Comercio Exterior, Desarrollo Económico y Social, la Financiera Nacional y el Fondo de Hipotecas Aseguradas.

No quiero agotarlos con cifras, pero solo ellas y la devastación actual, pueden dar testimonio de la República que perdimos los cubanos.

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