Argentina y Cuba, un penoso legado
Miami/La victoria de Javier Milei puede conducir a Argentina a un mejor destino si logra quebrar el legado populista de Juan Domingo Perón, como califican el periodista internacional Leandro Gasco y el analista Celso Sarduy la política clientelar iniciada por el general y político, reiterada por sus sucesores.
Perón fue un caudillo populista que tuvo la habilidad de comunicarse con las clases populares y hacerles creer, no solo una vez, sino en tres ocasiones, que solo él era capaz de resolver los problemas de la nación.
Para estos conocedores de la situación del gran país del cono sur, la herencia populista de Perón y sus seguidores ha lastrado negativamente a un sector importante de la población con una nociva dependencia del Estado. En su opinión, la política clientelar del peronismo solo genera parásitos del Estado, un padecimiento que puede repetirse en otros países como Cuba cuando desaparezca el totalitarismo.
El peronismo o justicialismo trascendió a su fundador. Sus seguidores heredaron un movimiento con fuerte base popular y con un prontuario de promesas y oportunidades tan amplias que ha permitido a un amplio sector de más de cinco generaciones de argentinos llamarse peronistas, cuando en realidad algunas de las corrientes que integran el movimiento son tan contrarias que es de suponer que la convivencia partidaria sea muy difícil.
La herencia populista de Perón y sus seguidores ha lastrado negativamente a un sector importante de la población con una nociva dependencia del Estado
Esta afirmación tiene fácil comprobación cuando apreciamos que el presidente Carlos Saúl Menem se decía peronista, otro tanto afirmaba Néstor Kirchner y continúa alegando su viuda, la ex presidenta Cristina Fernández.
Peronistas también fueron grupos terroristas y facciones insurgentes dadas a la violencia extrema, como los Montoneros y las FAP, Fuerzas Armadas Peronistas, estrechas aliadas del castrismo.
De igual manera se identifican movimientos sociales que recurren a la desestabilización cuando los intereses de su clase dirigente son afectados en alguna medida por las disposiciones del Gobierno, sea este de la corriente peronista o no.
Es posible que muchos de los principales promotores del peronismo ignoren en qué consisten o consistieron las propuestas del militar y político, y solo usan al caudillo como icono en el cual amparar sus ambiciones de poder y de enriquecimiento ilícito.
Todos son conscientes que la memoria colectiva de la nación argentina valora la herencia del justicialismo de manera positiva, lo que no se ajusta con la verdad histórica, cuando se estudian con detenimiento los logros de los Gobiernos de Perón y sus émulos.
Comparto la idea de que lo que acontece en Argentina puede ocurrir en Cuba, llámese castrismo o fidelismo. En la Isla se pueden reeditar los patrones del justicialismo, con el agregado de que podría ser un proyecto de carácter internacional si se tiene en cuenta la visión imperialista que Fidel y Raúl Castro proyectaron mientras les fue posible.
Comparto la idea de que lo que acontece en Argentina puede ocurrir en Cuba, llámese castrismo o fidelismo
El legado castrista podría ser capaz de aglutinar a personas de diferentes intereses, ideas y valores, pero identificadas en un discurso y quehacer político sustentado en la promesa de crear una sociedad justa, aunque en la práctica, como ha ocurrido hasta el presente, se violen todos los derechos ciudadanos, sin procurar la justicia y equidad publica ofrecidas.
El castro-fidelismo tiene tantas posibilidades de sobrevivir como el justicialismo peronista. El poder totalitario confiere muchas más capacidades de penetración social y manipulación política que cualquier otra forma de gobierno.
Durante décadas el falso Estado benefactor ha controlado la educación y la información, lo que le ha permitido adoctrinar a la sociedad, mientras, entre muchos ciudadanos, se ha creado un espíritu de dependencia que hace factible que cuando desaparezca el liderazgo castrista, un sector de la población, como ha ocurrido en Argentina, tienda a mitificar la supuesta justicia social que la Revolución implicó, pasando por alto las múltiples violaciones de los derechos ciudadanos y el fracaso económico del proyecto.
El castro-fidelismo puede ser el modelo al que recurran los nostálgicos de la época en la que en Cuba se retaba el sentido común y hundían a la nación, interviniendo en países de América Latina, Asia y África.
Este legado puede reunir un número importante de teóricos que, proclamando rectificar los errores y abusos de la Revolución, propongan una utopía reformista a la que se sumarán resentidos sociales, envidiosos de oficio, sujetos que buscan en la política su redención y el enriquecimiento ilícito.
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