Sí al diálogo en Cuba, no a los "dialogueros" al servicio del despotismo castrista

Artistas reunidos frente al Ministerio de Cultura en La Habana exigiendo al Gobierno cubano que se abre al diálogo. (14ymedio)
Artistas reunidos frente al Ministerio de Cultura en La Habana, el pasado 27 de noviembre, exigiendo al Gobierno cubano que se abre al diálogo. (14ymedio)
Frank Calzón

28 de marzo 2021 - 12:47

Miami/Dice en la Biblia que no hay nada nuevo bajo el sol y el diálogo sobre el diálogo no es una excepción.

El emplazamiento del Movimiento San Isidro al régimen a dialogar ha generado un abanico de opiniones dentro y fuera de la Isla que incluye desde un análisis de la experiencia histórica del diálogo como instrumento de liberación a las más fuertes acusaciones de traición.

Gran parte de la crítica más severa se debe al convencimiento de la inutilidad de conversar con un régimen asesino y criminal y la experiencia de hace décadas orquestada por Fidel Castro, cuando seleccionó a cubanos de "la comunidad en el exterior", cuya misión real no fue una apertura para la democracia en la Isla, sino denunciar la política de Washington e intentar darle un rostro más humano a la dictadura. De aquel fraude perpetrado por Fidel Castro surgió la animadversión a la palabra "diálogo" y el epíteto de "dialogueros" para los apóstatas al servicio del despotismo castrista.

El diálogo que exigen los jóvenes cubanos de hoy que quieren la libertad e insisten en permanecer en Cuba nada tiene que ver con aquel "diálogo" bochornoso y sus dialogantes.

Como en el caso del Diálogo Cívico promovido por el coronel mambí Cosme de la Torriente, lo que buscan es evitar una solución sangrienta a la crisis que sufre el país

Como en el caso del Diálogo Cívico promovido por el coronel mambí Cosme de la Torriente, lo que buscan es evitar una solución sangrienta a la crisis que sufre el país. En 1955, el diálogo cívico recibió mucho apoyo, pero Fulgencio Batista estaba encaprichado en retener la presidencia hasta 1959, y Fidel Castro entendió que una salida producto de la negociación eliminaría su oportunidad de adueñarse del poder. El resultado de aquel diálogo fallido es un país destruido y un vendaval que ha afectado a millones de cubanos.

Hoy, los críticos más acérrimos del diálogo propuesto insisten en que nunca el diálogo con un tirano ha conseguido lograr una transición a la democracia y un estado de derecho. Veamos.

La historia está repleta de tiranías derrocadas: comenzando con Julio César, que recibió 23 puñaladas propinadas por Marco Junio Bruto y otros miembros de su entorno oficial. Benito Mussolini, que por muchos años había sido dirigente del Partido Socialista Italiano y al final de la Segunda Guerra Mundial, ante el desembarco de las tropas aliadas, tuvo que huir al rebelarse parte de su ejército, acabó ajusticiado cuando trataba de llegar a Suiza junto a su amante.

El asesinato del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo en una oscura carretera camino a San Cristóbal puso fin a muchos años de corrupción y crímenes, y forma parte de la literatura universal debido al libro de Mario Vargas Llosa La fiesta del Chivo.

Otro tiranicidio fue la ejecución en Rumanía de Nicolae Ceaucescu y de su esposa, Elena. Su drama final ocurrió en una plaza donde la multitud airada comenzó a insultarlos, continuó con la traición de su ministro de Defensa y su fallida huida y terminó con un juicio sin garantías procesales, seguido por su inmediata ejecución.

En un número de casos importantes, la resistencia pacífica y el diálogo con los sátrapas, la movilización ciudadana y la presión internacional, hicieron posible la transición a la democracia

Lo apuntado es solo parte de la historia. En un número de casos importantes, la resistencia pacífica y el diálogo con los sátrapas, la movilización ciudadana y la presión internacional, hicieron posible la transición a la democracia en países como Polonia, África del Sur, Checoslovaquia, Alemania Oriental, Chile y algunos más.

En Polonia, el dictador comunista Jaruzelski se vio forzado a dialogar con Lech Walesa, el electricista y líder del movimiento sindical Solidaridad, cuando las huelgas y las protestas del astillero de Gdansk se extendían por el país. A Walesa, que había estado preso bajo la ley marcial, lo acusaron entonces de traición por sentarse a negociar con el general Jaruzelski, que le ofrecía poder competir por la tercera parte del Parlamento. Al celebrarse las elecciones y dada la atención internacional, los militares polacos que dirigían el país renunciaron y Walesa fue electo presidente.

En África del Sur, Nelson Mandela cumplía una larga condena por terrorismo, pero su renuncia a la lucha armada y las sanciones internacionales obligaron al líder del régimen racista del apartheid, Frederik de Klerk, a dialogar. Acordaron la liberación de los presos políticos y que los esbirros del régimen que confesaran públicamente sus crímenes no fueran juzgados.

Los checos no son polacos, ni los polacos sudafricanos, ni los cubanos somos rumanos, o chilenos o alemanes. Pero lo que sí tenemos en común es que nosotros también queremos derechos humanos y democracia

En Alemania Oriental, las transmisiones de Radio Europa Libre y muchas Iglesias cristianas mantuvieron vivas las ansias de libertad en Alemania comunista, donde millones estaban al tanto de la democracia y la prosperidad del otro lado del Muro de Berlín. Cuando los guardias de la Stasi se negaron a disparar contra la multitud que empezó a cruzar el Muro, el comunismo alemán colapsó, aunque el líder del país, Erich Honecker, había escogido a dedo a un sucesor comunista más joven.

Quizá más relevante es la transición a la democracia en Checoslovaquia, liderada por un entonces barrendero, el dramaturgo Václav Havel y el grupo de artistas y músicos, algunos de hard rock, de la Taberna Verde. La música rock solo se podía oír por las transmisiones extranjeras o en la clandestinidad. Un día, los jóvenes actores y músicos, y la multitud que se había congregado, cargaron en los hombros a Havel y, gritando "¡Havel al Castillo!", se dirigieron al palacio presidencial donde años antes Hitler había celebrado la conquista del país. Cuando los guardias, en vez de disparar, se echaron a un lado, cayó el régimen, y el autor de El poder de los sin poder fue electo presidente para llevar a cabo la transición a la democracia e implantar el pleno respeto a los derechos humanos.

Los checos no son polacos, ni los polacos sudafricanos, ni los cubanos somos rumanos, o chilenos o alemanes. Pero lo que sí tenemos en común es que nosotros también queremos derechos humanos y democracia. Resumiendo, apoyo el diálogo, aunque me oponga a los "dialogueros".

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