Díaz Canel, el camino más corto hacia el vacío de poder
Miami/El 10 de octubre de 2019, Cuba, amparada por su nueva Constitución, estrenó un sistema de poder repartido en varias manos que releva a la generación histórica de 1959, pero que transita hacia la continuidad y la permanente ausencia de diversidad política castrada hace ya seis décadas. Sin novedad alguna, Miguel Díaz-Canel Bermúdez fue elegido presidente de la República en una votación que no generó expectativa alguna entre los ciudadanos. Al final del día fue una noticia que pasó desapercibida y prácticamente no tuvo trascendencia en la población, muy a tono con la famosa y popular canción La vida sigue igual que décadas atrás llevó a la fama al cantante español Julio Iglesias.
Nuestro país ha estado manejado por tres figuras políticas los últimos 60 años bajo un sistema que no ha tolerado la existencia de otros partidos políticos: Fidel Castro (1959-2006), Raúl Castro (2006-2017) y Miguel Díaz-Canel (2018-2019) –no menciono a Urrutia y a Dorticós, pues en realidad, a pesar de sus cargos, nunca jugaron un verdadero rol como presidentes--. Fidel Castro tuvo un carisma insuperable; Raúl Castro, siempre estuvo a la sombra, con cierto carisma dominante, pero para nada abrumador y poderoso como el de su hermano; y Díaz-Canel ha resultado ser un político puesto a dedo, con la difícil misión de mantener vivo, a toda costa, el legado de los dos anteriores.
Díaz-Canel luce ser un hombre sencillo, modesto y disciplinado, pero eso no basta para ser el líder de un país. Su personalidad, totalmente opaca e insípida, no atrae a las masas, ni genera la más mínima empatía. Su discurso es aburrido y a veces torpe, luce forzado. Con frecuencia acude a frases sosas, gastadas, lo que denota falta de talento y habilidad para atraer a las masas. Estas claras señales no generan admiración ni empatía, sino desinterés y hastío.
"Continuidad": la fórmula del fracaso
Cuando una población ha estado sometida y sumida en la hipnosis de un idolatrado líder, impuesto con el garrote del culto a la personalidad, su ausencia, después de casi medio siglo ejerciendo el poder y decidiendo el modo de vida de millones de ciudadanos, genera un par de escenarios a los cuales la sociedad tiene que adaptarse: 1. el feliz camino del alivio, porque el caudillo creador de la debacle ya no está, y 2. la difícil misión de reparar todo lo destruido por este. Pero si el camino escogido para reconstruir lo mal hecho, lo que no sirve, lo que no funciona es la "continuidad", se está yendo directo al despeñadero y a la desconexión total con las masas.
En el contexto económico, político y social en el que se encuentra ahora mismo el país, con una economía que se cae a pedazos y los archi publicitados supuestos bastiones del sistema socialista cubano (salud, educación y deportes) depauperados, es totalmente desacertado apostar por una estrategia de "continuidad". Todo lo que pase por ahí transitará por el camino del fracaso, pues no tiene sentido dar continuidad a una obra torcida que no trae esperanza a los cubanos. "Continuidad" ahora mismo significa cero oportunidades para generar riqueza, prioridad de inversión para los extranjeros y apartheid económico para los cubanos, carencias materiales de todo tipo, serios problemas de transporte, escasez de alimentos, medicamentos, crisis económica, falta de libertades políticas, y un largo etcétera.
Pretender dar continuidad a un sistema que representa una economía de corte medieval en pleno siglo XXI, donde ya ni siquiera los que fueron los bastiones de la Revolución (salud, deporte y educación) pueden convocarse a la utopía de enaltecerlos e imitarlos --pues requieren con urgencia ser reformados totalmente junto al resto de los sectores de la economía nacional-- es dirigirse hacia el caos.
Queda claro entonces que el deterioro que presentan los publicitados pilares del régimen sugiere que el sistema ideológicamente agoniza. La anarquía y el caos en esos tres frentes de conquista es evidente. El deporte ha llegado a su nivel más bajo, los resultados alcanzados en los recientes juegos Panamericanos celebrados en Perú -- un agónico 5º lugar --es una señal bien clara de la crisis que padece el deporte cubano. Tradicionalmente, Cuba secundaba a EE UU como potencia deportiva en la región, incluso llegó a ganar los Juegos Panamericanos de La Habana en pleno Período Especial en 1992.
Queda claro entonces que el deterioro que presentan los publicitados pilares del régimen sugiere que el sistema ideológicamente agoniza. La anarquía y el caos en esos tres frentes de conquista es evidente
La tragedia toma más realce cuando vemos que el deporte nacional, el béisbol, no llena los estadios. Los mejores peloteros se han marchado del país, se han convertido en verdaderos cimarrones que ahora ganan millones de dólares a batazos. En los últimos 10 años se han escapado del país más de un centenar. Han ido en busca de la oportunidad de generar riquezas producto de su talento. Los destinos han sido varios, principalmente las Grandes Ligas norteamericanas. Pero esa rebeliónse ha extendido a otras disciplinas: atletismo, voleibol, futbol, boxeo, baloncesto, ajedrez, y un largo etcétera.
Lo mismo pasa con el sector salud. Miles de médicos y personal sanitario han aprovechado sus misiones esclavas para convertirse en cimarrones también. No existe una misión médica cubana en el exterior que haya estado exenta de deserciones, son constantes. La oleada más grande fue la de Brasil, donde más de 2.000 profesionales no quisieron volver a Cuba. A esto hay que sumar lo deteriorado que se encuentra el sistema de salud cubano, con la mayoría de instalaciones destruidas o en mal estado, falta de insumos y medicamentos alarmante y fuerte desmotivación de sus trabajadores.
Para ponerle la tapa al pomo, el sistema de Educación ha languidecido con el paso de los años. Nunca se recuperó de la crisis que generó el Período Especial de los 90. Miles de profesores se fueron del país y otros tantos emigraron al turismo o al sector privado. Desde entonces el sistema educativo cubano quedó mutilado. Sin embargo, la foto de la maestra, enseñándole a sus alumnos en la pizarra, donde en grandes letras la palabra "Bienbenidos" aparecía ante la vista inocente de los pequeños pioneritos, seguramente se convertirá en uno de los momentos más imborrables para el sistema educacional cubano.
La falta ortográfica tiró por la borda la campaña millonaria que realizó el Gobierno para tratar de apuntalar el viejo sofisma de que a pesar de las serias dificultades económicas por las que atraviesa el país, la educación cubana sigue siendo ese paradigma que el oficialismo, durante años, ha vendido como estandarte a toda América Latina y el mundo entero.
Pero si preocupante fue el hecho de que esa falta ortográfica garrafal de manos de una maestra de mostrara las cada vez más visibles grietas y espantos del sistema educacional cubano, peor aún fue el hecho de que la fatídica foto fuera publicada por la fotógrafa y retuiteada por el Ministerio de Educación, lo cual muestra que las lagunas del sistema de educación trascienden a todos los niveles.
Lo único que va a evitarlo cuando esa generación octogenaria desaparezca físicamente, o antes de que esto suceda, es el surgimiento de un líder que haga todo lo contrario a lo que hicieron sus predecesores
Cuando las cosas ya han llegado a este punto, sumado a la debacle de la economía nacional, prisionera de la centralización, el inmovilismo, la corrupción, la ineficiencia de la empresa estatal, la falta de liquidez, la dualidad monetaria, el cerco a los cuentapropistas, la caída de las exportaciones y el turismo, el crecimiento de la deuda externa, la disminución de inversión de capital extranjero y todo los males que agobian y golpean a la economía cubana es imposible que un nuevo líder que apuesta a la "continuidad" llegue al éxito. Por lo que, es fácil comprender que la fórmula continuista de Díaz-Canel se convierte en el camino más corto para llegar al vacío de poder.
Lo único que va a evitarlo cuando esa generación octogenaria desaparezca físicamente, o antes de que esto suceda, es el surgimiento de un líder que haga todo lo contrario a lo que hicieron sus predecesores en estas últimas seis décadas. Es la única forma de reconectar con las masas que hoy se encuentran en un estado mental de hastío, obstinación, desesperanza y desilusión y con su fe puesta en la partida definitiva hacia otras tierras como solución para resolver sus carencias y aspiraciones.
La fórmula para evitar el vacío de poder es sencilla: liberar las fuerzas productivas, reconocer el derecho de los ciudadanos cubanos residentes en la Isla y en el exterior a operar y tener empresas propias en el país, permitir la libertad empresarial, eliminar el monopolio del Estado en todos los sectores de la economía e incentivar la libre competencia, permitir la libertad política, la existencia de varios partidos, y la elección libre. Esta será la única forma en que los propios ciudadanos cubanos podrán reconstruir el país en un ambiente de libre mercado que permita generar riquezas y ser protagonistas y responsables directos del desarrollo y el bienestar de todos.
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