A Díaz-Canel no le gustó mi pregunta sobre la discriminación ideológica
Dublín/Annarella O'Mahony, cubana residente en Irlanda y editora de la página Nosomosdesertores, somoscubanoslibres, participó en el encuentro que Miguel Díaz-Canel mantuvo con los isleños residentes en el país europeo. A su regreso dejó escrito este testimonio que 14ymedio reproduce con su autorización.
Por un momento me sentí en Cuba. Allí, en el lobby bar del Clayton Hotel, risas, exclamaciones y abrazos entre una docena de cubanos irrumpían en la serenidad otoñal de Dublín. Nunca había estado en esa parte de la ciudad, Ballsbridge, y nunca había compartido con tantos cubanos en Irlanda. Me sorprendió descubrir que la mayoría de ellos lleva años viviendo aquí. La noche prometía surrealismo por los cuatro costados.
Además del embajador, la cónsul y la secretaria de la embajada de Cuba en Irlanda, ya había conocido a dos cubanos más durante el encuentro con la viceministra de Relaciones Exteriores de Cuba, Ana Teresita González Fraga, en septiembre del año pasado, del que en su momento escribí una crónica.
Me costó trabajo imaginarme a los 400 cubanos que, según mi embajada, hay en Irlanda, dentro de aquel pequeño recinto
Pronto fuimos conducidos hacia un salón de reuniones de aproximadamente 6x8 metros que contaba con tres o cuatro mesas altas sin asientos. Me costó trabajo imaginarme a los 400 cubanos que, según mi embajada, hay en Irlanda, dentro de aquel pequeño recinto, por lo que me incliné más por la versión que manejaban algunos de que solo se habían enviado alrededor de 15 invitaciones, aunque a mí me pareció que había al menos 20 personas allí.
Pocos minutos pasadas las 8 de la noche llegó el presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez acompañado de una comitiva que incluía al ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla. Ambos venían de una reunión con el primer ministro irlandés Leo Varadkar.
Canel saludó a todos los presentes y comenzó por mencionar varios temas de interés para la comunidad de cubanos en el exterior. Dijo estar "al tanto de un grupo de preocupaciones que hay sobre el precio del pasaporte y agregó que están analizando y valorando y buscando respuestas para todos esos asuntos.
Prometió además intercambios más frecuentes de las autoridades con la emigración. No me quedó claro si es un reclamo pendiente de algunos cubanos de la diáspora o si se trata de una iniciativa del Gobierno cubano. Sin embargo, no dio plazos para responder las preocupaciones que mencionó, ni compartió ningún plan de acción concreto al respecto, pero aclaró que "todas las respuestas siempre dependen mucho de cómo, en materia de relaciones internacionales, se comporte el Gobierno de Estados Unidos con Cuba".
Habló del recrudecimiento del bloqueo y del momento de crisis económica que atraviesa la Isla. Dijo que no iba a repetir el término "coyuntural" porque le habían caído encima donde quiera y, por alguna razón que aún no comprendo, se escucharon carcajadas.
Alguien sugirió que sería una buena idea desarrollar convenios de cooperación médica en Irlanda, a lo que contestó que este país no ha pedido médicos a Cuba
Díaz-Canel habló también de conversaciones sostenidas por él y su delegación con el Gobierno irlandés en materia de relaciones comerciales y de intercambio académico que no especificó, más allá de mencionar productos biofarmacéuticos como una posibilidad. Por no aclarar, ni siquiera respondió a mi pregunta concreta de para cuándo tendremos una sola moneda. Eludió la cuestión contestando aproximadamente que no podía decirme nada para que "los enemigos" no se enteraran.
Alguien sugirió que sería una buena idea desarrollar convenios de cooperación médica en Irlanda, a lo que contestó que este país no ha pedido médicos a Cuba. De igual modo, habló sobre la informatización de la sociedad y la twitplomacy cubana y cómo ha facilitado el intercambio entre la población y las autoridades.
El presidente también reconoció la participación de cubanos residentes en el exterior (en sentido general) en el proyecto de reforma constitucional y nos aseguró que más del 40% de sus aportaciones se tuvieron en cuenta. Vale aclarar que omitió datos sobre cuáles fueron o cómo se puede acceder a la información ampliada y otros criterios de cálculo de esa estadística.
En este sentido, la presidenta de la Asociación de Cubanos en Dublín aprovechó para agradecer a Díaz-Canel "que nos haya permitido votar". Creo que todos en aquel recinto pudieron escucharme cuando, en estado de estupor, le pregunté, con signos de exclamación e interrogación invisibles pero audibles:
- ¿Y tú votaste?
- Yo, sí, respondió ella.
- Pero, ¿cómo? ¿Tú no eres cubana residente?, insistí yo.
- Sí, asintió con la cabeza.
- Yo no pude votar, le dije.
Realmente, iba a agregar que los cubanos residentes en el exterior no tenemos ese derecho, aunque obviamente ella lo sabe, de otra manera no estaría agradeciendo a Canel lo que a mí, a simple vista, me pareció que se trataba de un favoritismo (ilegal, de paso). Solo un codazo de quien estaba a mi izquierda me hizo reparar en que estaba importunando el discurso del presidente con mis cuestionamientos. Yo estaba a menos de dos metros de él, pues ya para ese entonces me encontraba en la primera fila de la audiencia.
Durante alrededor de una hora, que fue lo que duró el encuentro, las intervenciones de los aproximadamente 20 cubanos en Irlanda allí presentes se centraron en apoyar la Revolución. Al menos, eso es de lo que puedo dar fe, porque nunca he compartido socialmente con ninguno de ellos.
Hubo uno que planteó que tiene una familia numerosa y que le resulta muy costoso los trámites de los pasaportes cubanos. Alcancé a decirle que eso se debía a la "ciudadanía efectiva" pero no pude agregar más, pues él se estaba dirigiendo a Díaz-Canel y no quise interrumpir. Sí hubo interacción y eso siempre es muy saludable.
El presidente nos pidió que siguiéramos las plataformas y perfiles que apoyan a la Revolución porque tiene mucho valor que un cubano de fuera defienda el proyecto político y social de la Isla. Fue en ese momento cuando decidí intervenir porque todo el que me conoce sabe cómo pienso.
Realmente no fue mi intención ir allí a "hacer confesiones de fe", sino participar como cubana en un posible debate que, cuanto menos pensé que se discutirían perspectivas reales sobre el pasaporte y sus absurdas prórrogas, pero no fue así. Solo dije, brevemente, que más importante que la unidad era lograr la tolerancia entre cubanos, que la ideología no podía ser el centro de todo y que, así como veía bien el incremento salarial, no aprobaba la prohibición de entrada impuesta por el Gobierno a muchos ciudadanos.
Realmente no fue mi intención ir allí a "hacer confesiones de fe", sino participar como cubana en un posible debate que, cuanto menos pensé que se discutirían perspectivas reales sobre el pasaporte
Los aplausos, aunque válidos, nunca han resuelto situaciones. Veo que entre los problemas que tenemos en nuestro país, uno de los peores es la discriminación por razones ideológicas, y sentí que hubiera sido irresponsable desaprovechar ese encuentro. Me dio la impresión que al presidente no le gusto y confieso que, cuando al final el canciller me preguntó mi nombre y mis apellidos lo primero que pensé fue que me pondría en una lista negra; la misma que hoy impide a mi primo ver a su única hija y a miles de cubanos no asistir a un funeral de un ser querido, a los cumpleaños de su mamá o a la graduación del sobrino.
Sé que pude haber dicho mejor las cosas, aunque no me fue posible terminar mi argumento. Otros querían hablar también y hablaron. No tuve oportunidad de rebatir al presidente que en Cuba no hubiera persecución por razones ideológicas, ni que los cubanos nos excluimos a nosotros mismos, como dijo él, en vez de ser víctimas de la exclusión del Estado como realmente sucede. Tampoco creo que hubiera valido la pena. Ellos son los que dictan e imponen medidas. Yo no tengo que repetirles lo que ellos saben mejor que yo pero que no están en condiciones de reconocer.
Tal vez muchos me critiquen porque dialogué con la dictadura o porque critiqué a la Revolución, y están en todo su derecho, pero yo he quedado bien con mi conciencia que es, al final, lo que da paz interior. No creo que un cubano de verdad, humano, honesto y justo deba imponer la separación familiar, el destierro y la discriminación, por ningún motivo, a otro que jamás ha cometido un delito de acuerdo a las leyes internacionales y a la Constitución de Cuba. Por mi parte, y a pesar del miedo, trato de ejercer mis derechos respetando los de los demás para empezar a educar mi propia tolerancia.
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