Elecciones en América Latina: Un balance provisional
Madrid/Tras las elecciones presidenciales mexicanas se ha cruzado el ecuador del ciclo electoral latinoamericano (X/2017 – XII/2019), y de los 14 comicios previstos ya se han completado siete.
En 2018 sólo queda Brasil y el año próximo se realizarán otros seis (El Salvador, Panamá, Guatemala, Argentina, Bolivia y Uruguay). Con estos resultados ya se puede hacer un balance provisional que refuerza la idea de la heterogeneidad y complejidad de la política regional.
Meses atrás, muchos hablaban de un giro a la derecha, pero los procesos del último año deberían hacernos más cautos ante afirmaciones tan categóricas. Si bien lo ocurrido en Chile, Honduras, Paraguay y Colombia refuerza la idea del retroceso de la izquierda, las votaciones de México, Costa Rica y Venezuela (pese a las grandes irregularidades del último caso) indican la falta de uniformidad del panorama. El ciclo en marcha tampoco muestra el fin de los populismos y ni siquiera de los híperliderazgos.
El ciclo en marcha tampoco muestra el fin de los populismos y ni siquiera de los híperliderazgos
Resulta llamativo el carácter anticíclico de las elecciones mexicanas. En 2000, 2006 e incluso en 2012, las victorias del PAN y del PRI fueron a contracorriente de la expansión bolivariana en América del Sur. La victoria de López Obrador en 2018, aunque de sentido inverso a las anteriores, confirma una cierta autonomía frente al resto del continente.
De forma generalizada, el hastío social con el sistema político democrático y las principales instituciones que lo representan (partidos políticos, parlamento, judicatura y gobiernos) se manifiesta en un voto contra el sistema. Con sus correspondientes variaciones nacionales, la corrupción y la violencia se han convertido en dos lacras que castigan a la región y sus poblaciones.
En el pasado más inmediato, era frecuente encontrar una cierta tolerancia con la corrupción. Las variaciones nacionales al "roban, pero hacen"se manifestaban aquí y allá, pero el caso Odebrecht y sus implicaciones al más alto nivel político, económico y financiero han fijado un parteaguas. La paciencia ciudadana ha llegado al límite. Y aunque no se exprese con la rotundidad del "que se vayan todos" exigido por los argentinos tras el corralito, la falta de confianza con los políticos es casi total.
Si los partidos no quieren ser barridos por esta poderosa ola de desafección, deberían atender más las señales de la gente
Desde hace seis años y de forma sistemática, el Latinobarómetro refleja la desafección creciente de las sociedades latinoamericanas con sus democracias. Aunque no es un problema regional exclusivamente, como se ve en Europa y Estados Unidos; en América Latina suenan preocupantes señales de alarma. La expansión de las nuevas clases medias ha incrementado las demandas ciudadanas.
La nueva política, la creciente conectividad y las redes sociales, que tanto impacto han tenido y seguirán teniendo en las elecciones, son la caja de resonancia de tamaño descontento. Ante la emergencia de nuevos actores, conviene recordar que los partidos políticos siguen siendo necesarios para el buen funcionamiento del sistema. Por eso, si no quieren ser barridos por esta poderosa ola de desafección, deberían atender más a las señales de la gente y, sobre todo, intentar resolver sus problemas.
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Nota de la Redacción: este análisis ha sido publicado previamente en El Heraldo de México. Lo reproducimos con la autorización del autor.
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