El electricista polaco Lech Walesa, un ejemplo para los obreros cubanos
Miami/Desde Madrid a Manila, Varsovia a Jerusalén, Buenos Aires a Johannesburgo y el resto del mundo civilizado, miles y miles de trabajadores han marchado celebrando el Primero de Mayo. Pero no en La Habana porque Miguel Diaz Canel canceló la marcha "debido a la falta de combustible" y las fuertes lluvias que finalmente no se materializaron.
La cancelación y la falta de combustible es lo de menos, porque en Cuba faltan los sindicatos independientes, el derecho a la huelga, la negociación colectiva, los nueve días de vacaciones, el sueldo de 44 horas por 40 horas de trabajo semanal, la jornada de verano con medio día de asueto a la semana durante el verano estival, el aguinaldo pascual, y otras reivindicaciones logradas por los sindicatos antes de 1959.
En una visita reciente a Miami, un electricista polaco lamentó la tragedia de los obreros y campesinos cubanos. Con Lech Walesa, premio Nobel y ex presidente de Polonia, fundador del sindicato Solidaridad, los trabajadores y la Iglesia derrocaron el régimen marxista por medio de la no violencia y las huelgas, y consiguieron que los generales salieran del poder, los militares rusos regresaran a Moscú, y se celebraran elecciones multipartidistas en su país.
En Cuba, los sindicatos obreros jugaron un papel importante en la Asamblea Constituyente, que aprobó la Constitución del 40, y en la insurrección que años después dio al traste con el régimen de Batista.
En Cuba, los sindicatos obreros jugaron un papel importante en la Asamblea Constituyente, que aprobó la Constitución del 40, y en la insurrección que años después dio al traste con el régimen de Batista
Lamentablemente, para mediados de 1960 Fidel Castro ya controlaba los sindicatos, había eliminado los partidos políticos y confiscado los periódicos, las emisoras de radio y televisión, los teatros, las universidades, las escuelas y las clínicas privadas, los hoteles, los edificios de apartamentos, las asociaciones culturales, artísticas, y deportivas, y se había apoderado de la infraestructura económica del país incluyendo los centrales azucareros, los bancos, las fábricas, los ferrocarriles, las destilerías de ron, y las refinerías de petróleo. La agricultura, la minería, y la industria azucarera, tabacalera y ganadera se convirtieron en monopolios del Estado, bajo la dirección de los militares y el férreo control del Partido.
Los sindicatos se convirtieron en una copia al carbón de los soviéticos. Los líderes sindicales cubanos se entrenaban en Moscú, y los soviéticos supervisaban las organizaciones de trabajadores en La Habana.
La represión afectó a los líderes sindicales. David Salvador, del Movimiento 26 de Julio, que había sido elegido secretario general de la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC), fue encarcelado en 1959. Su secretario de relaciones internacionales, Reinold González, se oponía a que se suprimiese el derecho a la huelga. Fue capturado en un bote cuando intentaba huir y condenado a prisión. Eduardo García Moure, otro destacado líder obrero antibatistiano, fue encarcelado. En cambio, Mario Chanes de Armas, otro líder obrero, veterano del ataque al cuartel Moncada y condenado a 15 años, fue amnistiado por Fulgencio Batista 21 meses después, junto a Fidel y a Raúl Castro.
El líder maximo condenó a Chanes a 30 años, que cumplió hasta el último día por negarse a aceptar los planes de rehabilitación política y jurar lealtad al comunismo.
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