El "poeta errante" del cubano Felipe Lázaro aparece en Salamanca
Crear en Salamanca, una revista digital para la difusión de la literatura Iberoamericana, ha publicado el pasado fin de semana un dossier especial dedicado al poeta cubano Felipe Lázaro. Las ilustraciones de Miguel Elías y un análisis del escritor y periodista cubano Francis Sánchez acompañan una selección de cinco poemas de la antología Tiempo de exilio (1974-2014), cuya segunda edición acaba de ser publicada en España.
Felipe Lázaro nació en La Habana en 1948. Tras exiliarse su familia con la llegada de la Revolución cubana, residió en Puerto Rico hasta 1967, año en que se trasladó a España, donde todavía reside. Es editor y se licenció en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Fue fundador de las revistas Testimonio (1968), La Burbuja (1984) y Encuentro de la cultura cubana (1996). También fue redactor jefe del periódico La Prensa del Caribe (1997). Felipe Lázaro dio a conocer su primera obra poética en 1974, con la publicación de Despedida del asombro. Posteriormente publicó Las aguas (1979), Ditirambos amorosos (1981), Los muertos están cada día más indóciles (1986 y 1987) y Un sueño muy ebrio sobre la arena (2003).
14ymedio reproduce dos de estos poemas con la intención de que los lectores los disfruten tanto como lo han hecho los miembros de la redacción.
POETA ERRANTE DE TODO BANDO
Para Carlos J. Báez Evertsz
...hasta escribir una carta es cosa penosa
Luis Cernuda, una carta a J.L.L., 1953.
Desterrado de sí mismo
como una provocación más en su vida
siempre le acompañó el poder subversivo de un poema.
Lacerado hasta el infinito
-poeta errante de todo bando-
sufrió la censura de los sectarios
y el olvido impuesto en textos,
ya superados por la Historia.
Como una de sus destartaladas maletas
-siempre prestas tras la puerta-
jamás logró el regreso ansiado.
Su vida trascendió rota
–perpetuándose como un dandy–
poetizando a diestra y siniestra.
No obstante, comprendió a tiempo
lo frágil que son las fronteras,
incluido su mejor sueño o su mayor anhelo.
Este hombre masticó el exilio
y toda desesperanza le fue ajena.
***
ELLA, LA ESCURRIDIZA
Para Alfredo Pérez Alencart,
en su reino salmantino.
Ella presidía el desayuno de poetas.
Era la más animosa,
la más concreta presencia de nuestros versos.
Gozosa, saltaba de una loncha de salmón ahumado
a la copa del cava casi congelado,
que cómplice libaba a hurtadillas;
despejadas las reales dudas de esa mañana.
En pandilla caminamos juntos hacia la Plaza Mayor
–a donde siempre se vuelve
y pasea toda la juventud del Universo–.
Recordábamos poemas y anécdotas de bardos,
buscando la complicidad del mediodía,
de la tarde o de la noche salmantina
hasta ese amanecer único de piedras rojizas
que nos incrusta la Historia en cada poro de nuestra aturdida piel.
Mientras, ella, la escurridiza, nos seguía a todas partes.
La recuerdo tomando tragos a mansalva hasta la madrugada,
rastreando nuestras huellas:
de bar en bar,
de taberna en taberna.
Sí, ella ha bebido a nuestro lado.
Doy fe de ello.
Sentada en una alta butaca,
como una silente señorita aristócrata,
nos platicaba, a susurros, de amores y desamores
hasta desvanecerse en la niebla de la ebriedad
y volver sigilosamente –como cada mañanita-
a su perfecto escondite pétreo
para que los incesantes visitantes la busquen en la piedra.
Mientras, ella, socarrona y divertida,
duerme, ya eterna, su resaca milenaria.