No más toallas para el castrismo

Cajón de Sastre

Como testigo de tantas crisis, temo que le tiren otra toalla al castrismo, aunque en esta ocasión solo puede venir de Washington, el enemigo que escogió Fidel Castro en el verano de 1958

Hugo Chávez con Fidel Castro en La Habana, en 1994. (Prensa Latina)
Hugo Chávez con Fidel Castro en La Habana, en 1994 / Prensa Latina
Pedro Corzo

09 de junio 2024 - 16:31

Miami/El totalitarismo castrista ha padecido crisis muy severas, tan profundas que muchos han tenido la percepción de que estaba en sus finales. Sin embargo, invariablemente, le ha surgido un compañero de viaje que le ha tirado la toalla, como hacen los entrenadores cuando sus pupilos no resisten más puñetazos.

Fue la extinta Unión Soviética la que salvó al castrismo por más de 30 años, aunque nunca les faltaron a los hermanos la ayuda de diferentes Gobiernos españoles incluido el dictador Francisco Franco y los dirigentes del Partido Socialista Obrero Español, Felipe González y Pedro Sánchez. El primero, cuando el paredón ensordecía a los cubanos, viajaba a la Isla con frecuencia y como otros muchos “nada escuchaba”.

Otras naciones europeas y latinoamericanas le resolvieron problemas a los Castro, aunque debemos distinguir a los autócratas Hugo Chávez y Nicolas Maduro, que, por ayudar a su aliado el despilfarrador Fidel Castro, condujeron a Venezuela a la bancarrota más absoluta.

El máximo líder le regalaba a cada jefe guerrillero que se entrenaba en Cuba, un reloj Rolex que pagaban todos los que han contribuido a su dictadura

Para muestra, un botón de lo derrochador que era el mayor de los hermanos. El máximo líder le regalaba a cada jefe guerrillero que se entrenaba en Cuba para destruir las democracias que le cortejaban, un reloj Rolex que pagaban todos los que han contribuido a su dictadura. Un tercero que ha ayudado a pagar las cuentas, tanto políticas como económicas, es el corrupto Luis Inacio Lula da Silva. El mandatario brasileño ha sido un fiel servidor del totalitarismo castrista.

Otros aliados han sido la Junta Militar argentina y ambos regímenes se apoyaron mutuamente en la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas. Juan Domingo Perón le vendió cerca de tres mil millones de dólares en medios de transporte, cuenta que Cuba no ha pagado, al igual que las del Club de París, que le ha condonado deudas o las ha reestructurado, a pesar de que el régimen no paga los préstamos que recibe.

Los Gobiernos de los Estados Unidos Mexicanos han sido otros discretos pero fieles aliados. Andrés Manuel López Obrador es el más estridente, pero, salvo contadas excepciones, los presidentes mexicanos han apadrinado el castrismo a pesar de sus paredones, cárceles y balseros.

El sistema totalitario, en la opinión de muchos, incluido un familiar que se encuentra en Cuba, está en sus finales. Este pariente —no digo lazo porque no lo creo prudente— dice estar preocupado sobre cómo podrá ser el final de la dictadura y si se producirá un baño de sangre como aconteció en el ya lejano 1959. Al igual que otros que escriben desde Cuba, está convencido de que la pesadilla está en sus finales.

Aquí sobran funcionarios que gustan comerse los pecados de los otros, particularmente si los pecadores provienen de la izquierda política

No me cuento entre los más optimistas pero la realidad es que el castrismo está agotado como nunca antes en el pasado. Su narrativa está quebrada por completo y el presente dictador ha demostrado ser el más incapaz de los gobernantes cubanos de los últimos 65 años, dentro de un sistema que se ha caracterizado por grandes depredadores que se han distinguido por una ineptitud prodigiosa.

Como testigo de tantas crisis, temo que le tiren otra toalla al castrismo, aunque en esta ocasión solo puede venir de Washington, el enemigo que escogió Fidel Castro en el verano de 1958 cuando dictó una nota a su secretaria Celia Sánchez en la que decía que a partir de ese momento iniciaría su verdadera guerra contra Estados Unidos.

Cierto que Rusia, China e Irán son fuertes aliados del totalitarismo y que le prestarán un pañuelo para sus lamentos, pero las toallas son costosas y ninguno de los tres están en condiciones para dilapidar sus recursos en el barril sin fondos en que el castrismo ha convertido a Cuba.

En consecuencia, Estados Unidos podría ser el nuevo salvador. Aquí sobran funcionarios que gustan comerse los pecados de los otros, particularmente si los pecadores provienen de la izquierda política.

Estos sujetos, como bien describiera el embajador Earl E. T. Smith en un libro que todos deberíamos leer, El Cuarto Piso, son funcionarios secundarios que, a pesar de no ocupar los más altos cargos, son los que determinan en gran medida las políticas del Departamento de Estado y de otras dependencias, supone este humilde escribidor, como acostumbra a decir José Estrada.

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