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Ortega, el Tirano Banderas de Nicaragua

Ortega, antes que Hugo Chávez y Nicolas Maduro, fue un siervo fiel de Fidel Castro y la extinta Unión Soviética y se alió con China, Irán y Corea del Norte

La dupla Ortega-Murillo ha enmendado la Constitución Nacional en 12 ocasiones desde 2007, incluida una disposición que le permite ser electo presidente hasta el fin de los tiempos. / EFE
Pedro Corzo

08 de diciembre 2024 - 20:50

Miami/Si hay un déspota en la actualidad latinoamericana que representa a los dictadores folclóricos que nos hemos gastado en este hemisferio, es Daniel Ortega Saavedra. Este sujeto llegó al gobierno como salvador del pueblo y ha resultado ser un incansable sepulturero de sus derechos y oportunidades.

El dictador nicaragüense es el único remanente vivo de la Guerra Fría, el gobernante que más tiempo ha detentado el poder en su país, 28 años en dos períodos, con un saldo nefasto para sus connacionales.

Ortega, antes que Hugo Chávez y Nicolas Maduro, fue un siervo fiel de Fidel Castro y la extinta Unión Soviética y se alió con China, Irán y Corea del Norte.

Por otra parte, es apropiado tener en cuenta una reciente denuncia de la embajadora de Israel en Costa Rica, quien afirmó que la organización terrorista chiita libanés Hezbolá y otros grupos radicales iraníes tienen bases en Nicaragua, además de Bolivia y Venezuela, siendo esto una grave amenaza para los nicaragüenses, pero también para el resto del continente, si tenemos en cuenta los atentados terroristas de origen iraní en la Argentina de los 90.

El dictador nicaragüense es el único remanente vivo de la Guerra Fría, el gobernante que más tiempo ha detentado el poder en su país, 28 años en dos períodos

Sin embargo, este individuo no alcanza el repudio de Nicolas Maduro, aunque su desgobierno puede considerarse hermano univitelino del venezolano. Ambos regímenes se sostienen como consecuencia del control absoluto que ejercen sobre las instituciones nacionales respectivas, espurios procesos electorales y politización de las Fuerzas Armadas, amén de una ineficiencia económica catastrófica.

Otra característica fundacional del sandinismo ha sido la corrupción económica y el tráfico de influencias. La llamada “piñata” llevó al icónico diario la Prensa, el mismo que fue cerrado por orden del dictador en agosto del 2021, a titular La Piñata un crimen que todos pagamos en referencia a la expropiación de miles de propiedades, tierras, casas, empresas, automóviles y demás bienes que la alta cúpula sandinista se apropió durante su primer mandato y nunca restituyo a sus legítimos propietarios.

La yunta Ortega-Murillo ha enmendado la Constitución Nacional en 12 ocasiones desde 2007, incluida una disposición que le permite ser electo presidente hasta el fin de los tiempos, aunque sin dudas lo que más ha llamado la atención de los observadores es una reciente cláusula en la que se establece la figura de la “Copresidencia”, en otras palabras, el país habrá de tener dos presidentes en ejercicio, dando paso así, a una sucesión dinástica en la que un hijo de la pareja presidencial asuma el poder.

En consecuencia, Ortega una vez más supera a su paladín Anastasio Somoza Debayle, ya que ha establecido en el predio de ambos un régimen monárquico, una dinastía como la de los Castro en Cuba o los Kim en Corea del Norte.

Sin embargo, este individuo no alcanza el repudio de Nicolas Maduro, aunque su desgobierno puede considerarse hermano univitelino del venezolano.

Desde enero de 2007, cuando retomó el control de Nicaragua, ha ido tomando medidas para perpetuarse en el poder a través de una constante represión, concretada en deportaciones, encarcelamientos masivos y asesinatos, imponiendo un Estado policial del que no pueden evadirse ni sus propios partidarios y violando sistemáticamente, al igual que hacen sus pares de Cuba y Venezuela, la propia Constitución sobre la que pretenden institucionalizar el poder que usurpan.

No obstante, estos autócratas se crecen en sus propias maldades e inventivas creando mecanismos que les protegen, aunque tengo la percepción de que su último cometido, la figura de “Copresidenta”, se relaciona más con la afirmación de un desaparecido mandatario cubano, Ramon Grau San Martin, que decía con frecuencia: “Las mujeres mandan”. En otras palabras, Ortega es un depredador, pero su cónyuge no se queda atrás, ya que abusa de su propio marido.

Razón por la cual el escritor Jose Antonio Albertini ha dicho en numerosas ocasiones que América Latina, Nicaragua en particular, tiene su Bonnie y Clyde en la pareja presidencial que integran Rosario Murillo y Daniel Ortega, ambos dignos personajes de una novela de ficción, si no fuera por los graves perjuicios que el protagonismo de esta pareja ha significado para el pueblo nicaragüense.

Así que, no dudo de que si Ramon María del Valle Inclán nos acompañara en estos tiempos, no habría recurrido a un tirano ficticio para escribir su novela Tirano Banderas, ya que Ortega y su copresidenta esposa, Rosario Murillo, son dignas figuras de cualquier obra del género esperpéntico del inolvidable autor.

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