Petro y Antioquia
El presidente no renunciará a la política clientelar y continuará con los subsidios
Miami/Mi reciente viaje a Colombia me permitió apreciar la poca simpatía que los antioqueños profesan hacia su presidente. En realidad, no es un hombre querido ni respetado mayoritariamente en ese departamento, como tampoco lo es el anterior alcalde de Medellín, Daniel Quintero, del que dicen tiene ambiciones presidenciales que, de concretarlas, opinan, hundiría al país irremisiblemente.
Quintero, según mis interlocutores, fue un desastre para la ciudad de la eterna primavera. Según ellos, en los cuatro años de su mandato creció el hambre, hay más pobreza, violencia y menos educación. La corrupción fue más que notoria, al extremo que a varios de los antiguos funcionarios del municipio les están decomisando bienes que adquirieron ilegalmente.
No dudo que en otras regiones del país el presidente cuente con partidarios, pero los colombianos que conozco, en su inmensa mayoría de origen humilde, rechazan a Petro y reconocen con orgullo ser de derecha y repudiar la izquierda política en todas sus formas. Todos fueron tan enfáticos que le dije a un familiar: “Creo que ustedes son el único pueblo de América que no tiene empachos en reconocer ser de la derecha”.
No dudo que en otras regiones del país el presidente cuente con partidarios, pero los colombianos que conozco, en su inmensa mayoría de origen humilde, rechazan a Petro
Conversé con decenas de personas. Solo una, y tímidamente, defendió la gestión del mandatario, mientras la mayoría manifestaba estar molesta, entre otras situaciones porque el presidente Gustavo Petro no entregaba los fondos para terminar una vital vía de comunicación a la que solo le faltan unos pocos metros.
Es tanta la irritación que muchos ciudadanos están proponiendo reunir fondos entre la comunidad para sufragar los gastos que demanden la construcción vial, propuesta que testimonia las fuertes convicciones de los paisas.
Cierto es que para numerosos colombianos el presidente Petro no cuenta con el tiempo necesario –los próximos comicios son en 2026– para realizar los cambios estructurales que requeriría para darle la vuelta al país. Sin embargo, le sobran oportunidades para producir legislaciones que favorecerían ampliamente a sus partidarios, amén de crear condiciones para ser sustituido en la Presidencia por un fiel seguidor.
No soy partidario de subestimar a los adversarios y menos a los enemigos. Los políticos contrarios a la democracia cuentan con numerosos recursos para lograr sus propósitos; entre otros, fieles aliados internacionales y una capacidad innegable para corromper y ganar aliados donde nunca imaginan sus contrarios.
El presidente no pierde tiempo y procura cubrir la ruta que se ajusta a sus propósitos. Un ejemplo fue –lo leí en un periódico local– la estratagema que ejecutó para sustituir al rector de la Universidad Nacional, el centro de educación superior más grande del país, Jose Ismael Peña, por su candidato Leopoldo Munera, maniobras que tanto Fidel Castro como Hugo Chávez ejecutaron en los altos centros de estudios de sus respectivos países, porque para estos personajes es fundamental tener un control absoluto de la gestión pública y, también, privada.
El mandatario está inmerso en proyectos que buscan dibujar un nuevo país
Por otra parte, el mandatario está inmerso en proyectos que buscan dibujar un nuevo país. Las reformas de la Salud y de las Pensiones pueden ser percibidas como innovaciones en dos campos importantes de la sociedad. No obstante, deben ser analizadas cuidadosamente porque en cualquier apartado puede estar escondido un tigre que lo cambia todo.
Lo que más llama la atención de cualquier observador, a excepción de la reforma constitucional, que abordaremos en breve, es la Ley Estatutaria de la Educación, con un lema que se aproxima a las ambiciones refundacionales tan cercanas a Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa: “Es hora de transformar la educación para transformar la historia”.
A pesar del anuncio del recorte de gastos, el presidente no renunciará a la política clientelar y continuará con los subsidios, una actividad fundamental para seguir teniendo el respaldo de los más necesitados.
No obstante, por encima de cualquier propuesta, la más importante para el gobernante es iniciar un proceso que concluya con la convocatoria a una Asamblea Constituyente, que me atrevo a especular que sería originaria, como si la República y el país se estuvieran constituyendo a partir del Gobierno de Gustavo Petro.
Los colombianos tienen bien cerca la catástrofe venezolana y, aunque ningún pueblo aprende por experiencia ajena, deberían considerar averiguar a fondo qué se propone su presidente que, según sus críticos, busca perpetuarse en el poder y obviar las propuestas que se correspondan con su agenda, por demás antidemocrática.