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La putrefacción del castrismo

La pobreza está en todas partes, con el agregado de un fanático sectarismo, del que no se escapaban las preferencias sexuales

Imagen de la calle Rodríguez en La Habana / 14ymedio
Pedro Corzo

01 de septiembre 2024 - 19:52

Miami/El totalitarismo castrista está inmerso en un proceso de autodemolición con independencia de los actos en contra de sus opositores. La crisis social que enfrenta es muy profunda, consecuente con el océano de mentiras y mitos sobre los que construyó su abusiva ficción.

El conocimiento de la realidad por parte de la población fragiliza el control social e incrementa la falta de confianza en las autoridades. Las personas se están percatando que han vivido engañadas, manipuladas, realidad que no satisface a nadie.

Durante décadas la inmensa mayoría de los cubanos sufrieron en alguna medida la represión política, más de medio millón de ciudadanos han transitado por las prisiones entre un día y 30 años.  Miles de familias tienen fusilados en su seno.

La miseria solo ha guardado distancia de las elites. La pobreza está en todas partes, con el agregado de un fanático sectarismo, del que no se escapaban las preferencias sexuales.

Las personas se están percatando que han vivido engañadas, manipuladas, realidad que no satisface a nadie

No obstante, el régimen, por medio de la vigilancia y represión, ocultó todo lo que pudiera dañar la imagen de paz y sosiego que buscaba presentar tanto a cubanos como extranjeros, incluido los problemas sociales.

Lo hicieron tan bien que una popular canción en la que asesinaban a “Lola” a las tres de la tarde, un atroz feminicidio diría hoy, desapareció de las ondas radiales, al igual que las crónicas rojas de los medios de prensa.

Fue impactante, los medios dejaron de informar sobre bodas, bautizos y fiestas, además de asesinatos y peleas callejeras, como si la clase social en extinción fuera la responsable de esos desaguisados. Todavía más, los rumores, las “bolas”, como decíamos, se extinguieron porque era desinformación y con esa acusación terminabas preso.

Desgraciadamente no faltaron sujetos que se creyeron el cuento, ya que colaboraron en la gestación y desarrollo de un silencio cómplice que ocultaba los abusos políticos y las injusticias sociales.

Los Castro por decreto hicieron creer a tirios y troyanos que en su paraíso no existía la violencia doméstica, robos y menos asesinatos, salvo los que los propios gobernantes cometían al ejecutar a miles de sus ciudadanos por conspirar en su contra.

Todavía más, los rumores, las “bolas”, como decíamos, se extinguieron porque era desinformación y con esa acusación terminabas preso

Cierto que la violencia en cualesquiera de sus expresiones está presente en toda sociedad. Sin embargo, en Cuba, como parte de la gran farsa que ha sido la dictadura totalitaria, solo conocían de una tragedia los vecinos más inmediatos del lugar de los hechos.

Empero, el exagerado control que el sistema totalitario impuso en todo lo referente a la información durante estos últimos 65 años se está quebrando en el plano político y social, un resultado que sin duda alguna afectará negativamente su sobrevivencia.

La consigna castrista de “Patria o Muerte”, como apunta el escritor Jose Antonio Albertini, fue útil para la narrativa de patria amenazada, pero los partidarios del totalitarismo aprecian que ya no tienen patria y solo les quedan los muertos y los presos.

El quiebre del silencio no es voluntad de los autócratas, sino gracias a una nueva generación de periodistas, muy diferentes de muchos de sus pares de los tiempos iniciales del totalitarismo, que callaron por miedo o simplemente creyeron en las propuestas del falso redentor.

Es importante y justo reconocer los riesgos que corren los que se esfuerzan por informar desde detrás de las murallas del castrismo. Ellos, han escogido un camino difícil, lleno de peligros, en el que la única compensación segura es la cárcel y la satisfacción del deber cumplido. 

Es una verdad indiscutible que la crispación social en todo el país va en aumento

Si la censura política fue efectiva, más todavía lo ha sido la social. Recuerdo que la prensa, alguna que otra vez, reseñaba un fusilamiento o la captura de un grupo contrario a la dictadura. En cambio, nunca informaba de un asesinato.

Es una verdad indiscutible que la crispación social en todo el país va en aumento. Los desacuerdos entre vecinos en ocasiones terminan en asesinatos y, como si no fuera suficiente, la inseguridad social y la falta de protección policial han incentivado los robos con homicidios, como ocurrió recientemente en el poblado de Ceballos, en Ciego de Ávila.

La desintegración social en Cuba llega a todas las instancias y es de exclusiva responsabilidad de las autoridades presentes y pasadas. La Isla es un volcán en erupción y, ojalá, el estallido sea político y no social.

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