La Tercera Alternativa

Así como de la sociedad industrial nació el capitalismo, la sociedad informática dará lugar a otro sistema económico

No se trata solo de favorecer a los pequeños agricultores, sino a todos los trabajadores independientes.
No se trata solo de favorecer a los pequeños agricultores, sino a todos los trabajadores independientes. / ACN
Ariel Hidalgo

05 de octubre 2024 - 12:33

Miami/Generalmente se cree que el sistema capitalista llegó para quedarse por siempre, que no es posible en un futuro algo superior, criterio que tuvo muy buena acogida desde que se hizo público el ensayo de Francis Fukuyama, ¿El fin de la Historia?, con su afirmación categórica de que se había producido “el fin de la historia como tal: esto es, el punto final de la evolución ideológica de la humanidad”. Y afirmaba que, excepto el capitalismo, no existía “una estructura político-económica alternativa” que pudiera resolver las contradicciones humanas fundamentales. 

Pero hoy, treinta y seis años después, el mundo avanza hacia un sistema económico superior que nada tiene que ver con el control estatista del comunismo. El porvenir no pertenece al capitalismo y menos al comunismo, ambos destinados a desaparecer por causa de las nuevas tecnologías de la telecomunicación y la informática. Sino a un sistema muy superior cuyas simientes ya están comenzando a germinar en el mundo.

Así como de la sociedad industrial nació el capitalismo, la sociedad informática dará lugar a otro sistema económico. ¿Por qué? Porque el capitalismo se basa en el trabajo asalariado y los procesos productivos, pero cada vez es menor el porcentaje de asalariados en relación con la fuerza laboral. Y en esto ha tenido mucho que ver el reduccionismo de las fuerzas productivas tras el invento de los circuitos integrados. Antes, una computadora no cabía en una habitación y su costo era abismal para un simple trabajador. Hoy cabe en un bolsillo y está al alcance de la mayor parte de la población. De ahí la frase de Elon Musk: “Ahora los vientos están cambiando de dirección”, y añadía: “Los empleos desaparecen… Hoy casi el treinta por ciento de la fuerza laboral trabaja por su cuenta” (Elon Musk: El método que me permitió ser rico). 

Este proceso no se está dando solo en los países capitalistas. En Cuba, “trabajar por su cuenta” tiene un nombre: cuentapropistas se les llama a los que, en el seno de una sociedad de centralismo económico estatal, van surgiendo, a pesar de las numerosas restricciones que les imponen, como la yerba entre las ranuras de un patio enlosado. “Autónomos” les llaman en España, y en Estados Unidos, freelancers. La mayoría de los turistas prefiere, en vez de comer en un restaurante del Estado, ir a un paladar, por su eficiencia, como llaman los cubanos a las fondas domésticas privadas. 

A la hora de escoger un modelo económico para Cuba, no se trata de tener que elegir entre el presente y el pasado

No hace tanto, un lector me calificó de “ideólogo de los cuentapropistas”, pero el verdadero ideólogo es José Martí. Así lo expuso él en 1877: “La riqueza exclusiva es injusta. Sea de muchos; no de los advenedizos, nuevas manos muertas sino de los que honrada y laboriosamente la merezcan. Es rica una nación que cuenta con muchos pequeños propietarios. No es rico el pueblo donde hay algunos hombres ricos, sino aquel donde cada uno tiene un poco de riqueza” (tomo VII, p. 124 de sus Obras Completas). Hoy existen las condiciones para que ese sueño de Martí se haga realidad.

En un artículo anterior yo expresaba que, a la hora de escoger un modelo económico para Cuba, no se trata de tener que elegir entre el presente y el pasado. Hay una tercera alternativa en el futuro. 

Si yo fuera un trabajador agrícola y alguien me preguntara si es preferible que, en lugar de las granjas estatales, se regresara a los tiempos de los grandes latifundistas, yo le respondería que no me ha dado a escoger nada, porque esas dos alternativas conservan, en esencia, lo mismo: el latifundio, solo que uno es privado y el otro, estatal, porque en la realidad, los latifundios nunca desaparecieron, y las tierras nunca se repartieron entre los campesinos desposeídos. Sencillamente, la diferencia sería que antes había muchos latifundistas y ahora hay uno solo: el Estado.

Entonces ¿cuál sería, en el caso cubano, la tercera alternativa? Pues repartir las tierras entre todos aquellos que las quieran hacer producir. 

Pero no se trata solo de que los agricultores tengan su tierra, porque Martí no podía imaginar que pudiera haber un monopolio que los obligara a vender al Estado al precio que ese Estado le impone. Pero esta otra frase suya es elocuente: “El monopolio es un gigante implacable sentado a las puertas de todos los pobres”. Y no hay distinción entre un monopolio privado y otro estatal. Es insólito que un comprador se imponga por la fuerza a un vendedor para convertirse en cliente exclusivo o principal, y que además por la fuerza imponga el precio de la mercancía. Esto es lo que se llama trato leonino, y el resultado es la ausencia de un verdadero estímulo productivo. 

Si se les da libertad para vender sus productos a quienes decidan, los mercados se llenarán de frutas y vegetales

En cambio, si se reparte la mayoría de las tierras con garantía de que luego no van a ser expropiadas, si se les facilita aperos de labranza, semillas, abonos y todos los demás insumos, así como transporte agropecuario para que los frutos no se pudran en los campos, y se les da libertad para vender sus productos a quienes decidan a un precio convenido entre productor y comprador, los mercados se llenarán de frutas y vegetales que, por su número, tendrán un precio asequible, y no habrá plato en hogar alguno que permanezca vacío a la hora de las comidas.

No se trata solo de favorecer a los pequeños agricultores, sino a todos los trabajadores independientes, como artesanos, los de las paladares y turismo doméstico, incluso a todos aquellos que laboran en centros estatales, haciéndolos partícipes de las utilidades que ellos mismos generen con su trabajo, o sea, adelantarnos a los demás países de Latinoamérica en la estructuración de esa tercera alternativa y convertirnos en su vanguardia. 

En una entrevista al Premio Nobel de la Paz Muhammad Yunus, conocido como “el Banquero de los Pobres”, fundador del Banco Grameen dedicado a conceder microcréditos a personas humildes —principalmente mujeres con proyectos de microempresas—, le preguntaron si su propósito era crear empleos, y él contestó negativamente: “Yo no quiero crear empleos sino empresarios”. Necesitaremos en la Cuba futura a muchos Muhammad Yunus.

El objetivo no es poner coto a los grandes negocios privados, ya sean inversionistas nacionales o extranjeros, porque el proceso de la tercera alternativa a la larga también los va a afectar naturalmente en todas partes sin que nadie se lo proponga. Incluso muchas grandes empresas en el mundo están reduciendo voluntariamente sus nóminas y cerrando departamentos para no tener que pagar vacaciones y seguro médico a tanta gente. En su lugar, contratan a trabajadores independientes especializados.

Los funcionarios cubanos echan la culpa de todo ese gran desastre generado en el país al bloqueo

Los funcionarios cubanos echan la culpa de todo ese gran desastre generado en el país al bloqueo y tienen razón. Es el bloqueo que ellos mismos han impuesto a su propio pueblo. Levántenlo y verán de lo que es capaz ese pueblo, porque ya una vez, antes de que ustedes llegaran al poder, a pesar de los problemas sociales de entonces –como los latifundios y el tiempo muerto–, logramos poner el peso cubano a la par del dólar, el ingreso per cápita por encima del de España, Japón y Austria, y había más inmigrantes norteamericanos en Cuba que cubanos en Norteamérica. 

¿Cómo será entonces la Isla con esa tercera alternativa? Cuba se pondría, en pocos años, a la cabeza de América Latina, y el único problema que tendríamos sería el de las olas migratorias que, en vez de cruzar el río Bravo, intentarían cruzar el mar Caribe. 

El capitalismo tiene una principal ventaja sobre el comunismo: cientos o miles de capitalistas que poseen estímulo productivo, mientras que en el comunismo los miles de funcionarios que dirigen las empresas no tienen un verdadero estímulo. Pero ambos tienen la misma desventaja: en ninguno el trabajador posee ese incentivo, porque en ninguno el trabajador es dueño, ni de los medios de producción ni de lo que producen, porque en ambos sistemas todos son asalariados, pero en esa tercera alternativa todos estarían motivados, o sea millones de personas. Y esa desventaja del asalariado lo expuso el propio Jesús magistralmente en una parábola: “El buen pastor su vida da por las ovejas, pero el asalariado, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y huye, porque es asalariado y no le importan las ovejas” (Evangelio de Juan, cap.10:11-13).

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