Trump 2025: un negociador agresivo para los retos geopolíticos y económicos de su vuelta al poder

El presidente de EE UU asume la regla 'aprende del pasado y planifica para el futuro'

Los presidentes de Rusia, Vladímir Putin, y de Estados Unidos, Donald Trump, durante la cumbre del G-20. (Archivo EFE)
Los presidentes de Rusia, Vladímir Putin, y de Estados Unidos, Donald Trump, durante una cumbre del G-20. / Archivo EFE
Tulio Alberto Álvarez-Ramos

20 de enero 2025 - 18:04

Caracas/Con la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca lo que va a pasar ya pasó. Las promesas de campaña y sus declaraciones como presidente electo anuncian, aparentemente, conflictos políticos de todo tipo y guerras comerciales. Pero ¿se trata realmente de la inminente ejecución de medidas extremas o es una estrategia elaborada para negociar en todos los escenarios posibles? La respuesta a esta interrogante es crucial para la estabilidad mundial y merece un análisis.

El gran negociador

Trump asume la regla aprende del pasado y planifica para el futuro. Nunca ha ocultado su quehacer como negociador en todo escenario y en todo tiempo. Es más, muestra con orgullo su experiencia vital en el libro The Art of the Deal. Basta ojearlo para constatar que sus poses son el resultado de un cálculo y no el simple producto de una personalidad narcisista. En él, la planificación es un dogma y con su exagerado histrionismo busca alterar el comportamiento de sus contrincantes.

Entre los elementos que componen la base de su acción destaca, como regla fundamental, comenzar toda negociación con las máximas exigencias posibles. Luego, la dinámica del proceso implicará ceder, pero muy lentamente.

En él, la planificación es un dogma y con su exagerado histrionismo busca alterar el comportamiento de sus contrincantes

Otra de sus características es el empleo de una agresividad instintiva e individualista en la negociación. Además, los equipos son secundarios y los asesores prescindibles. Si existen fallas o errores reformula y define responsables. Valga el ejemplo de las destituciones de Rex Tillerson como secretario de Estado y la de H. R. McMaster como consejero de Seguridad Nacional, en marzo de 2018.

Prioridades al estilo Trump

En el tablero de conflictos del mundo, magnificados en 2024, aparecen escenarios ideales para obtener triunfos que consoliden el liderazgo internacional. Bajo la premisa piensa en grande, otra de sus reglas, la prioridad de la nueva administración, aunque en realidad ya es vieja conocida, está en contener los dos conflictos que causan mayor inestabilidad.

Ya se ha anunciado una tregua en la Franja de Gaza, el epicentro del conflicto en el Medio Oriente, en la que muchos ven su influencia, incluso sin haber tomado todavía posesión del cargo. Ahora vendrán largas negociaciones, pero con las armas aparentemente silenciadas.

En el Medio Oriente, el presidente que reconoció a Jerusalén como la capital de Israel en 2017, el de las sanciones a Irán y que supervisó los Acuerdos de Abraham en 2020, siempre va a respaldar a la única “democracia funcional” de la región. El apoyo militar y económico que presta Estados Unidos es vital para la continuidad de la beligerancia israelí, esa es una de sus cartas. El cese de hostilidades y el rescate de los rehenes son objetivos comunes.

El apoyo militar y económico que presta Estados Unidos es vital para la continuidad de la beligerancia israelí, esa es una de sus cartas

Queda pendiente la guerra de Ucrania, a punto de cumplir tres años en febrero de 2025. Aquí, su método de negociación será el mismo utilizado en sus múltiples experiencias de vida: mostrar fuerza con los que manifiestan máxima agresividad, pero dejando abiertas todas las opciones. Durante su primer gobierno, la relación con Rusia fue contradictoria, plena de marchas y contramarchas; el mecanismo de presión fue la imposición de sanciones. No obstante, su relación personal con Putin fue buena y esto los llevará, más pronto que tarde, a un encuentro que, nada más por el hecho de producirse, será memorable.

Rusia y Ucrania precisan una excusa para pactar y ya la tienen. Se llama Trump.

La guerra comercial

Uno de los anuncios más impactantes de su campaña electoral fue el de imponer fuertes aranceles al comercio. Una amenaza dirigida a China, como mayor enemigo económico de los Estados Unidos, pero que también afecta a todos los que tienen allá el principal destino de sus exportaciones.

La retórica prejuramentación también ha alcanzado a Canadá y México, sus principales socios comerciales, a los que ha amenazado con pechar sus importaciones con un arancel del 25 % mientras que no tomen medidas drásticas contra el tráfico de drogas y la inmigración ilegal hacia EE. UU.

Su relación personal con Putin fue buena y esto los llevará, más pronto que tarde, a un encuentro que, nada más por el hecho de producirse, será memorable

La reciente declaración de Trump sobre el Canal de Panamá es otro ejemplo que responde a un conflicto comercial. Lo que no fue tema en su primer gobierno hoy se plantea con beligerancia inusitada al insinuar la posibilidad de que Estados Unidos recupere el control del Canal.

La ofensiva responde a la importancia que tiene para China la conexión con el Atlántico y a la convicción de que esa es una interferencia económica en contra de Estados Unidos. La simple amenaza neutraliza al gobierno de Panamá en su relación con China. Otra vez el efecto Trump.

La cuestión latinoamericana

En cuanto a Latinoamérica, la situación límite que representan Nicaragua y Venezuela, además de Cuba como centro decisor, como paradigmas de Estados en los que prevalece una sistemática violación de derechos humanos e institucionalidad demolida, sin pluralismo o apertura de espacios cívicos, no es suficiente argumento para dar primacía a estos conflictos.

La clave para una intervención inmediata es otra y va en la relación con las prioridades geopolíticas o con el enfrentamiento comercial. Desde este punto de vista, solo el régimen de Maduro aplica en su estilo y esquema de actuación, aunque la actual debilidad de Cuba lo anime a vociferar.

Con Trump en el poder se potencia la tesis de que los Estados no defienden ideas o moralidad, sino intereses comerciales. Él es así, primero amenaza, luego siguen las exigencias imposibles y finaliza con una negociación de lo posible. Trump se entenderá con Putin o Xi Jinping como lo hizo con las mafias o los sindicatos de Nueva York, aplicándoles su ABC: nunca confiar, no aceptar un no por respuesta y trabajar sin emociones. Con los otros, los que no tengan su estatura, no hay reglas, solo poder.

________________________

Nota de la Redacción: Este artículo se publicó originalmente en The Conversation y se reproduce con licencia Creative Commons.

También te puede interesar

Lo último

stats