Trump quiere una relación productiva con América Latina
Miami/La intención del presidente electo de EE UU, Donald Trump, de renegociar acuerdos comerciales, construir un muro en la frontera sur y deportar masivamente a inmigrantes en situación ilegal, ha hecho convencional el criterio de que su Gobierno tendrá una relación antagónica con Latinoamérica. Pero, de hecho, ahora existe una oportunidad excepcional para su administración de redefinir positivamente la relación de Estados Unidos con sus vecinos del sur.
Durante casi 60 años Estados Unidos intentó sin éxito redefinir su relación político-económica con América Latina, fundamentalmente con la Alianza para el Progreso del presidente John F. Kennedy en 1961 y con el discurso del presidente Ronald Reagan en 1982 ante la Organización de Estados Americanos anunciando su Iniciativa de la Cuenca del Caribe. Empíricamente, esas políticas terminaron siendo no mucho más que éxitos de relaciones públicas de corta duración. En particular, la Alianza para el Progreso fue una suerte de respuesta fallida de EE UU a la Revolución cubana.
Desde comienzos de los sesenta, los discípulos de la Teoría de la Dependencia trabajan en contra de los esfuerzos políticos de EE UU en América Larina, culpando al "imperialismo" de todos los males del continente. El libro Dependencia y Desarrollo en América Latina, escrito en 1965 por los sociólogos Fernando Enrique Cardoso y Enzo Faletto, se convirtió en el texto teórico de la izquierda para el desarrollo económico. El libro era lectura obligatoria en las universidades latinoamericanas. Uno de sus autores, Cardoso, se convirtió posteriormente en presidente de Brasil (1995-2002) y reconoció lo poco que sabía sobre economía cuando escribió Dependencia y Desarrollo.
Fue la Revolución cubana y una imagen de Robin Hood de Fidel Castro y su voluntad de confrontar a Estados Unidos, lo que dio contexto práctico a la postura antiyanki de América Latina inspirada por la Teoría de la Dependencia.
El fracaso universal de los modelos de economía planificada centralizada deja a la región sin un paradigma político-económico viable
Desde 1959 Fidel Castro fue no solo inspiración para la izquierda latinoamericana, sino su líder continental de facto. Con su muerte la izquierda latinoamericana perdió su campeón. Y con el abismal fracaso de su modelo económico la izquierda latinoamericana perdió también su rumbo estratégico.
No hay nadie hoy en América Latina con carisma y credenciales revolucionarias para reemplazar a Fidel Castro en el papel que jugó en el continente. Y el fracaso universal de los modelos de economía planificada centralizada deja a la región sin un paradigma político-económico viable.
La política de EE UU hacia América Latina se ha movido históricamente de la negligencia a la participación paternalista. La administración entrante entiende que un continente emprendedor, próspero y orientado al libre mercado responde al interés de Estados Unidos en múltiples frentes: limita la influencia en la región de poderes hostiles como Irán y Rusia; comienza a afrontar las causas económicas en la raíz del problema migratorio; amplía los mercados y oportunidades para compañías americanas y promueve gobiernos democráticos.
El presidente electo Trump reconoce que no necesariamente coinciden siempre los intereses nacionales de EE UU y Latinoamérica. Y ninguna nación, sea Estados Unidos o cualquier otra de América Latina, debería culparse por defender sus intereses nacionales. Los retos fundamentales de seguridad para EE UU en el hemisferio no son militares ni económicos; son incrustados en una fracasada ideología de colectivismo hostil que ahora puede ser arrancada de raíz.
Entender esto abre las puertas al diseño de políticas creativas que reconozcan que una relación productiva no es siempre una relación feliz. Con Fidel Castro muerto y su ideología económica desacreditada, la administración Trump tiene una oportunidad de sacar a Latinoamérica del campo colectivista. Para ello necesita implementar políticas que permitan a los latinoamericanos percibir que resulta en su mejor interés escoger el lado de la innovación, emprendimiento y mercados libres. Que resulta, evidentemente, el lado de la prosperidad y la libertad.
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Nota de la Redacción: José Azel es investigador senior en el Instituto de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos de la Universidad de Miami y autor del libro Mañana in Cuba.