La generación de cristal en Cuba
Miami/La Cuba de hoy está marcada por una profunda crisis que abarca todos los sectores de la sociedad y que tiene, para nuestra desgracia, un elemento macabro, un hecho inédito que marca un fracaso moral más: la juventud cubana. La formación del "hombre nuevo", ese adoctrinamiento, no congeniaba con un sistema lleno de fracasos y mentiras, y ha desarrollado toda una caterva de espejismos, sin lograr los objetivos perseguidos por el régimen. Las consecuencias saltan a la vista.
Son, en su inmensa mayoría, los jóvenes quienes huyen del infierno comunista, se embarcan en cualquier aventura con tal de escapar, desde camuflarse en el tren de aterrizaje de un avión hasta robar una avioneta.
La más socorrida es la ruta por tierra, atravesando todo Centroamérica hasta llegar a Estados Unidos por su frontera sur. ¿Quiénes llegan, cuál es su formación, qué abanico de colores nos llega en esta extraña aventura? No hay una pauta exacta para el análisis.
La bancarrota moral tiene un patrón de desarraigo en la juventud, desanimada, sin intereses, desorientada, sumergida en un caos de contradicciones que la lleva a un quiebre. Gran parte de los que llegan, sin espíritu de trabajo, no logran sus objetivos, y los que quedan buscan cómo vivir con el menor esfuerzo posible. Es este el gran dilema de una sociedad que debe recomponerse, el gran reto de la Cuba del mañana.
Sea lo que sea la tiranía, logró en gran medida debilitar a la juventud, resquebrajando su espíritu, y vemos jóvenes incapaces de trabajar o de tomar partido
Hay quienes señalan que el propósito verdadero de la tiranía era justamente lo contrario –"deformar la esencia"– de lo cubano haciendo brechas que facilitaran su dominación dentro de un sistema comunista dirigido a perpetuar la dictadura.
Sea lo que sea la tiranía, logró en gran medida debilitar a la juventud, resquebrajando su espíritu, y vemos jóvenes incapaces de trabajar o de tomar partido. Para ellos la patria es un concepto inexistente, sin bandera, sin objetivos. Navegan en un mar de iniquidades, sin rumbo, esperando la nada.
Es el fin de la esperanza. Este estado perdura ya 65 años y, aunque en bancarrota absoluta y total, no cae. No existe en Cuba aquella juventud de los años 30, que derrocó a Machado. Nuestra juventud hoy carece de fuerza, objetivos y de capacidad de actuar. Cuesta decirlo y mucho, pero es una gran verdad.
Una juventud estéril, sin ambiciones, fácil de manejar, tanto los que niegan la existencia de la dictadura como los que, aunque la reconocen, son apáticos y se ajustan al cuello su yugo. Esos, como el avestruz, prefieren meter la cabeza en el hoyo y no mirar la luz. Los conozco muy a mi pesar.
La reconstrucción será dura y dolorosa, pero la sociedad volverá a crecer y el país volverá al camino próspero, del que nunca hubo motivo para salir.
Pero el gran reto es devolverle a nuestra juventud el amor por su patria, sus símbolos y por su esperanza. Sin esto jamás tendremos el país que una generación de malhechores nos arrebató, aquel fatídico día en que un barbudo miserable nos hizo esclavos.
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