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16 de abril de 1961: El día que nos cantaron la jugada

Reinaldo Escobar

14 de abril 2011 - 13:00

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Unos meses antes, cuando todavía era estudiante del séptimo grado, tuve mi primera gran discusión política, ni más ni menos que con mi maestro de historia, un señor de apellido Rodríguez que peinaba canas y tenía un verbo fácil y encendido. Polemizamos sobre si “esto” era comunismo o no lo era. Recuerdo que, con el propósito de defender la revolución de los ataques de aquel profesor yo le expliqué que vivíamos un proceso humanista que proclamaba la consigna de pan con libertad.

Mis conocimientos de Geografía eran precarios, por eso no entendí por qué mi profesor me preguntó si acaso yo no sabía lo que había pasado hacía apenas cinco años en Hungría, un sitio que no me aportaba referencias, aunque me sonaba más bien a un estilo de danzar. Repitiendo algo que había escuchado recientemente en una barbería, le riposté a mi oponente que los cubanos jamás nos dejaríamos imponer el comunismo y que lo que hubiera pasado en “la Hungría esa” nada tenía que ver con nosotros.

El 16 de abril de ese 1961, en horas de la tarde, mientras despedía el duelo de los muertos en el bombardeo del día anterior y ante la inminente amenaza de una invasión, Fidel Castro “dejó caer” el adjetivo socialista para calificar a “esta revolución de los humildes, con los humildes y para los humildes”. Por cierto, que también calificó en esa misma frase de “democrática” a la revolución, cosa esta que nunca nadie ha conmemorado como “la declaración del carácter democrático del proceso”. En esa época la televisión no tenía el alcance que tiene hoy en casi todos los hogares cubanos. No estoy seguro si el acto llegó a transmitirse en vivo y mucho menos de que se haya retransmitido para la inmensa mayoría, que a esa hora estaba trabajando. Al otro día los periódicos no anunciaron que se acababa de proclamar un nuevo destino político para la nación, sino que la patria había sido atacada.

La historia se rescribe dando retoques en los detalles que hace falta destacar y borrando los más incómodo. Los jóvenes que marcharán en la plaza de la Revolución el próximo sábado quizás se hagan la idea de que aquel memorable 16 de abril, cuyo 50 aniversario conmemorarán gritando consignas y empuñando fusiles, fue un día que la gente se la pasó feliz comentando que se había declarado el carácter socialista de la Revolución, pero no fue así. Se hablaba de la guerra posible, de la sobrevivencia, de la muerte.

A veces me pregunto qué hubiera pasado si la propuesta de introducir un nuevo sistema político y económico en el país se hubiera hecho de forma serena y mesurada, a través de un debate previo y dejando que las diferentes opiniones tuvieran la oportunidad de expresarse para que más tarde, en un plebiscito, el pueblo emitiera su voto. Imagino al profesor Rodríguez en esa discusión recordándonos a todos lo que pasó en Hungría y a otros ignorantes como yo diciendo que eso nada tenía que ver con nosotros.

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