Las actividades contrarrevolucionarias de la AP

Reinaldo Escobar

11 de diciembre 2014 - 07:15

Después de leer la última investigación publicada por la Associated Press que involucra a músicos cubanos, ya no me cabe la menor duda de que la AP está desarrollando la más sutil y pérfida campaña contrarrevolucionaria de todos los tiempos. Obviamente no tengo los documentos que certifican la identidad de quien está financiando este proyecto de pesquisa periodística, pero al menos sé que no lo están haciendo gratuitamente y que de algún fondo ha de venir el dinero.

La atmósfera relatada en sus despachos –el control gubernamental sobre la creación artística, sobre la circulación de la información y sobre la capacidad de las personas de reunirse– da la impresión de que en Cuba hay un régimen policial, donde ponerse de acuerdo es sinónimo de conspirar y donde la información es necesariamente un arma en manos del enemigo de la Patria.

En este último eslabón de la larga cadena de artículos enfocados en esta misión secreta, se llega a comparar al Gobierno de Cuba con el de Milosevic y lo hacen con el ingenioso recurso de equiparar los métodos que se usaron para derrocar aquel régimen oprobioso con las actividades que desde dentro realiza algún que otro descontento que, según la apreciación de la AP, tiene objetivos similares.

Lo que no llego a comprender es cómo los sagaces agentes de la Seguridad del Estado y los talentosos miembros de la redacción de Cubadebate no acaban de darse cuenta de que están haciéndole el juego a esta sofisticada campaña de desprestigio generada seguramente en esos sitios de la Inteligencia norteamericana que ni siquiera dejan rastros de sus planes, como sí lo hacen la USAID y otras entidades.

En breve veremos el efecto de este trabajo cuando, frente a las cámaras de televisión, varios artistas cubanos harán notar su pánico, su disposición a delatar y sus expresiones de arrepentimiento. Lo peor es que los altos oficiales de la Seguridad del Estado se pondrán muy contentos con esos resultados, sin sospechar que en alguna oficina sin nombre, sus peores enemigos estarán brindando por el éxito obtenido.

¡Cómo nos vamos a reír cuando todo se desclasifique!

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