Lo que se aprende en Panamá
Panamá/Intransigencia contra tolerancia, sordera ideológica contra voluntad de diálogo, radicalismo contra moderación, consignas contra argumentos y muchos otros pares de definiciones contradictorias pudieran servir para titular un comentario sobre lo que está ocurriendo en Panamá durante la VII Cumbre de las Américas.
Las delegaciones de la Sociedad Civil progubernamental de Cuba y Venezuela se han dedicado sistemáticamente a boicotear los foros paralelos, porque para ellos es más importante descalificar a sus adversarios políticos que favorecer un consenso que hubiera podido concluir en un mensaje de la sociedad civil de los pueblos americanos a sus respectivos Gobiernos. Han optado por golpear, insultar y denigrar a sus propios compatriotas, antes que sentarse a debatir civilizadamente con ellos.
Sin embargo en el ámbito empresarial los funcionarios cubanos no han tenido reparos en conversar animadamente con representantes de la clase explotadora del continente. El radicalismo solo cabe en el mensaje que se quiere enviar hacia las gradas, donde se enarbolan las fotos de Che Guevara, las banderitas y los gestos descompuestos. En las otras mesas, entre cócteles y sonrisas se invita a los capitalistas del área para que acudan a invertir en la Isla.
Cualquiera pudiera pensar que resulta inconveniente mostrar ambos rostros en el mismo escenario, pero no, la lógica es otra. El Gobierno le esta diciendo a los presuntos inversionistas: "así trataremos a los huelguistas, a los que protesten contra ustedes".
La lección para la sociedad civil de los países que conservan algún residuo de democracia es clara. El día que en sus naciones triunfen los políticos que hoy apoyan al Gobierno cubano, tendrán que aprender a conducirse como correas de transmisión, como definía Lenin el papel de los sindicatos en el socialismo, de lo contrario deberán acostumbrarse a ser tratados como mercenarios, cucarachas, gusanos o cualquier otra alimaña que elijan los que apuestan por el totalitarismo.