Carlos Amel Oliva: un puñado de vísceras contra un sistema
La Habana/El 13 de agosto, en el 90 cumpleaños de Fidel Castro, no habrá solo festividades oficiales. Si el joven activista Carlos Amel Oliva se mantiene en su decisión de no ingerir alimentos, ese día cumplirá un mes en huelga de hambre. La cuesta arriba se hace difícil para este opositor: su cuerpo se deteriora y el Gobierno parece sordo a sus reclamos. El miembro de la Unión Patriótica de Cuba (Unpacu) se apaga lentamente sin que sus demandas sean respondidas.
Carlos Amel Oliva comentó a 14ymedio que durante la jornada de este miércoles, el día 22 de su ayuno, sentía mucho dolor "en la rodilla y acidez". Hace dos días recibió un suero de rehidratación en el Policlínico 28 de Septiembre de Santiago de Cuba que le apaciguó "el ardor del estómago", pero ahora vuelve a sufrir "náuseas y mareos". El disidente denuncia que ha estado rodeado durante todos los últimos días de un "fuerte operativo represivo".
A pocos metros de Oliva, en la sede de Santiago de Cuba de la Unpacu, las opositoras Oria Josefa Casanova Moreno y Zulma López Saldaña llevan sin probar bocado desde el 16 y el 18 de julio, respectivamente. Esta mañana recibieron la visita de dos médicos que llegaron desde el policlínico más cercano y que aseguraron que las mujeres debían "ser rehidratadas" cuanto antes.
"Estamos esperando que venga las ambulancias para llevárselas", explica Yriade Hernández Aguilera, miembro del consejo de coordinadores de la organización opositora. Un activista al que apenas le alcanzan los minutos para responder llamadas, atender a los huelguistas y vigilar el operativo que va creciendo allá afuera.
Oliva sigue apostando con lograr, a través de sus vísceras vacías, que el andamiaje represivo rectifique y le devuelva sus propiedades. Pero el resultado es incierto y las fuerzas comienzan a fallarle
Oliva sufrió una confiscación de sus pertenencias el 24 de mayo pasado. Dos laptops, un móvil, un disco duro y un Nanostation (para recibir y repetir señal WIFI) y algo de dinero, fue el saldo de aquel arbitrario despojo en el que sintió que el cielo se le unía con la tierra. En julio volvieron a interceptarlo y junto a una computadora portátil le quitaron un celular Samsung Galaxy S6, 421 dólares, 12 pesos convertibles, un cuchillo de cocina y dos destornilladores.
El 12 de julio Oliva recibió una llamada en que la policía le comunicó que debía esperar a que la Seguridad del Estado lo contactara para la devolución de sus pertenencias, pero la señal nunca llegó. El disidente decidió esa misma noche dejar de ingerir alimentos. Una huelga de hambre que anunció públicamente al otro día, 13 de julio. Los oficiales de la Seguridad del Estado intentaron apaciguarlo en una visita a la Estación de Policía, diciéndole que le devolverían una de las laptops, pero el opositor se mantuvo en sus trece: "O me lo llevo todo o nada".
Oliva, con un hilo de voz y a través de la línea telefónica, cuenta a este diario que "un alto oficial" de la Seguridad del Estado, "alias el Polaco", le aseguró que no "había necesidad" de que hiciera una huelga de hambre. "Con una llamada le hubiésemos devuelto las cosas" era el centro del mensaje que le envió el oficial a través de su padre.
Este miércoles Oliva sigue apostando con lograr, a través de sus vísceras vacías, que el andamiaje represivo rectifique y le devuelva sus propiedades. Pero el resultado es incierto y las fuerzas comienzan a fallarle.