Diez de octubre: el Grito de San Isidro
Un grupo de jóvenes activistas y artistas cubanos convocados por el Movimiento San Isidro intentaron este 10 de octubre una acción cívica que incluía un concierto y la presentación de carteles donde se aludía a la necesidad de cambios en Cuba.
Desde la víspera, la policía política empleó a fondo sus cuantiosos recursos para impedir lo que a su juicio era una "provocación contrarrevolucionaria". Como resultado se produjeron decenas de detenciones arbitrarias y a numerosos activistas se les impidió salir de sus hogares.
En una de esas acciones represivas un oficial de la Seguridad del Estado que se identifica como el mayor Denis le advirtió al periodista independiente Héctor Luis Valdés Cocho que no le permitiría salir de la casa y lo amenazó con multas y prohibiciones diciéndole: "No dejaremos que cubras la noticia del alboroto en San Isidro".
La policía política empleó a fondo sus cuantiosos recursos para impedir lo que a su juicio era una "provocación contrarrevolucionaria"
Gracias a la obvia sinonimia, esta definición del oficial me excusa de las quejas de aquellos a quienes le parezca irrespetuoso nombrar como Grito de San isidro lo que a que los represores les pareció un alboroto.
El 25 de mayo de 1809, los bolivianos dieron su Grito de Chuquisaca para proclamar la independencia, desde entonces -y quizás desde antes- se hizo un hábito nombrar de esa forma los reclamos libertarios en los que se añadía el nombre del sitio donde ocurrió el hecho histórico, la fecha en que se produjo o el nombre del líder.
Probablemente cuando Carlos Manuel de Céspedes eligió el poblado de Yara para realizar el primer combate por la independencia, el 10 de octubre de 1868, no sospechaba que su acción sería bautizada con ese nombre, tampoco previó que aquella sería su primera derrota militar.
En cambio, salvando las distancias, los organizadores del evento en la sede del Movimiento San Isidro tal vez previeron que la policía política impediría su realización apelando, no solo a sus tropas en activo, sino a simpatizantes del Gobierno que se ocuparían de efectuar un acto de repudio, emulando a aquella formación paramilitar denominada Cuerpo de Voluntarios que, después del alzamiento, se encargó de "mantener la paz, el orden y la disciplina, al precio que fuere necesario" en los poblados insurrectos.
A las demandas de libertad suele atribuírsele más valor cuando se hace "con las armas en la mano". Pero el que está dispuesto a morir por un ideal también está decidido a matar para conseguir sus propósitos. La nobleza de este desafío dotado de palabras y canciones consiste en que los riesgos que se corren son muy superiores al eventual daño que pudiera ocasionarse.
Lo ocurrido este 10 de octubre le ha hecho cambiar la historia al barrio de San Isidro y a su calle homónima
Lo ocurrido este 10 de octubre le ha hecho cambiar la historia al barrio de San Isidro y a su calle homónima.
A partir de ahora los guías turísticos tendrán que responder otras preguntas y dar nuevas explicaciones en ese paseo denominado "La Ruta de San Isidro", que comienza en la avenida del Puerto, justo donde quedan los restos de la antigua Muralla de La Habana.
Ya no bastará indicar las viejas casonas de estilo colonial y neoclásico, las galerías de arte, los bares y restaurantes, ni mostrar a los que bailan una rumba improvisada. No será suficiente señalar que aquí nació Miguelito Valdés, Mister Babalú, ni que, al pasar frente al número 176 se cuente la leyenda de Yarini, el chulo más famoso de Cuba.
Ahora, al pasar ante el Museo de la Disidencia, desde donde el artista Luis Manuel Otero Alcántara convocó esta protesta pacífica, habrá que decir, todavía en voz baja pero un día a voz en cuello: "Aquí se produjo el Grito de San Isidro y habrá que contar la historia".
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