Para entrar al juego de Heberto Padilla
La Habana/Unas biografías registran el 24, otras el 25 de septiembre. No he podido precisarlo, lo cierto es que ahora se cumplen 15 años de la muerte del poeta. A una persona tan irreverente como Heberto Padilla seguramente le hubiera divertido la confusión que reinará entre los amantes de las efemérides a la hora de decidirse entre hoy o mañana para publicar algo sobre el aniversario.
No tengo derecho a decir que fui su amigo, pero me honra haberlo conocido personalmente en los años en los que ya estaba desterrado dentro de la Isla en su apartamento de la calle Humboldt.
Un día de 1970, asomó su cabeza por la puerta de mi aula en la Escuela de Periodismo de la Universidad de La Habana preguntando por mi nombre. Venía a devolverme un cuaderno que en mi infinito atrevimiento juvenil yo le había dado con la intención de que leyera lo que entonces creía que eran poemas.
Germán (omito su apellido por pura decencia), que ya era informante de la Seguridad del Estado y se sentaba detrás de mí, me preguntó de dónde yo lo conocía y lo único que se me ocurrió fue decirle: "Es un vecino de mi cuñado".
Hoy no sé de qué deba arrepentirme más, de mi osadía de haberle dado a leer aquellos versos desabridos o de haberlo negado de forma tan cobarde. En compensación, llevo todos estos años difundiendo su poesía entre los jóvenes que no tuvieron acceso a su obra y sin ningún pudor lo cito cada vez que cabe la ocasión.
Que otros hagan la exégesis de sus versos, el análisis de su conducta o la crónica de "su caso", que fue un parteaguas en el idilio entre los intelectuales y la Revolución. Aquí solo quiero mencionarlo haciendo una interpretación libre de las dos primeras líneas de su libro Fuera del Juego: "¡Al poeta recuérdenlo! Ése tiene aquí mucho que hacer".