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La fantasía derrochada

Una limusina Lada. (14ymedio)
Reinaldo Escobar

20 de noviembre 2014 - 08:35

La Habana/En Cuba le decimos limusina a este artefacto de cuatro ruedas y seis puertas. Animal mitológico del Período Especial, apareció en nuestras calles como un desmentido a la derrota y como un desafío a las leyes de la mecánica.

"¡Cágate en eso!", le dijo el soldador al ingeniero. "¡Métele mano!", ordenó el administrador de la base de taxis al chapistero y reforzaron un chasis por aquí y redoblaron un par de columnas por allá... "Me quedo con ese parabrisas", "Te dejo una bomba de gasolina", "Clava ese carburador allá atrás" y, como los magos en cumpleaños, donde hubo dos Ladas salió uno con más asientos y un solo motor, fruto de la inventiva de nuestros esforzados innovadores.

Nadie sabe cuántas limusinas quedan funcionando. Cada vez menos, pero ahí están, para deleite de sorprendidos turistas que, cansados ya de fotografiar los clásicos Chevrolet de la década del 50, los Oldsmobile y Ford, se quedan maravillados de tanta fantasía derrochada. A veces me da la impresión de que a algunos les da pena, como si estuvieran delante de un fenómeno de circo que merece más compasión que admiración.

¡Ah, si se pudiera! Si todo ese talento para reinventar el agua tibia, para sustituir importaciones, salvar una maquinaria en desuso y frankensteinizar lo primero que se nos ponga delante pudiera usarse como es debido, me atrevo a asegurar -¡oh chovinismo imperdonable!- que La Habana sería la envidia de Nueva York, que las oficinas de Google estarían en Marianao y las redes Wi-Fi, en lugar de ser perseguidas, las estaríamos utilizando para mandar a buscar un taxi sin chofer.

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