Un humorista cuerdo en la carpa Trompoloco
La Habana/Formar parte del público en un espectáculo humorístico de El Bacán es lo que más se parece a participar en una experiencia conspirativa. Esa fue la sensación que tuvimos los asistentes este jueves a la más reciente presentación del actor y director, bajo la carpa Trompoloco, en la zona oeste de la capital cubana.
Nelson Gudín, el pseudónimo burocrático de un personaje llamado El Bacán, aparece sobre el escenario con un vaso de ron. Frente al micrófono se tambalea y habla como si estuviera bajo los efectos de la embriaguez. El recurso histriónico descansa en la ambigua situación de que si bien es cierto que a un borracho no se le hace caso, bajo los efectos del alcohol la gente se desinhibe y dice la verdad.
En una secuencia bien hilvanada, transcurren anécdotas y reflexiones donde el actor usa como arma efectiva una ingenuidad irreprochable. Todo el que se ríe es necesariamente un cómplice. Lo que está diciendo con tanta sinceridad solo resulta cómico para el que no cree ya en el sistema y sabe que nadie puede tener tanta fe después de tantos fracasos.
Lo que está diciendo con tanta sinceridad solo resulta cómico para el que no cree ya en el sistema y sabe que nadie puede tener tanta fe después de tantos fracasos
El Bacán justifica su alcoholismo como una manera de curarse la frustración por sus elevadas ilusiones. Confiesa ser un hombre que no se deja vencer y dice creer igual que el primer día. Así empieza con sus quejas por el precio que han pagado los asistentes para ver el espectáculo y sigue con sus lamentos sobre el pobre papel del equipo de béisbol en la pasada Serie del Caribe en Santo Domingo, su sorpresa ante la visita del papa o la estupefacción por el anuncio del viaje de Obama a Cuba.
Toda la realidad queda mordida por la mordacidad de El Bacán: los programas de televisión nacional, el desabastecimiento, las reformas gubernamentales, las telenovelas extranjeras, las epidemias, la policía política y hasta los chistes que él mismo desgrana sobre el escenario.
El público aplaudió frenético este jueves desde las gradas y, a grito pelado, pidió humor "a la carta". Entre lo más solicitado estuvo el monólogo Chipre, un fenómeno viral en las redes de distribución de audiovisuales, que critica el silencio de la prensa oficial sobre los problemas nacionales mientras se brinda una extensa cobertura a la situación de naciones lejanas, como Chipre.
Nelson Gudín demostró este jueves que la embriaguez y la locura tienen momentos en los que se vuelven dolorosamente sobrias, hilarantemente lúcidas.