Qué indican estas señales?
En los últimos días de febrero de 2010, se han producido señales muy claras de que no existe la más mínima intención por parte del gobierno de desmonopolizar el control político de la nación. Parecen hechos aislados pero cuesta trabajo no ver el hilo que los enhebra.
Lo más connotado fue la muerte del prisionero Orlando Zapata Tamayo, ocurrida la víspera del segundo aniversario de la asunción a la presidencia del general Raúl Castro. Dejar morir, permitir que se muera, no hacer algo para impedir la muerte de una persona que está bajo la exclusiva responsabilidad de un establecimiento penitenciario es, en cualquier lugar del mundo, una cosa muy grave. Tan grave, diría yo, como dejar que se mueran de hambre y de frío los pacientes de un hospital psiquiátrico.
Luego, cuando de forma pacífica y civilizada, algunas personas pretendieron firmar un libro de condolencias, éstas fueron brutalmente reprimidas y detenidas en estaciones de policía. Casi al mismo tiempo la delegación cubana al quinto congreso de la Academia de la Lengua Española anuncia que no asistiría porque habían sido invitadas personas inconvenientes (entiéndase, los escritores Jorge Edward y Mario Vargas Llosa y la bloguera cubana Yoani Sánchez).
En el mismo periódico Granma donde salió la nota de los académicos, se anunció que Cuba no participaría en los Juegos deportivos Centroamericanos a celebrarse en Puerto Rico, debido a que no se habían cumplimentado todas las exigencias de la parte cubana.
En el ínterin la seguridad del estado (¡como tiene gente esa institución!) visitaba para intimidarlos a decenas de ciudadanos que se habían anotado en una iniciativa llamada “candidatos por el cambio” cuyo propósito es nominar como candidatos a delegados del Poder Popular a hombres y mujeres que sean proclives a introducir los cambios económicos políticos y sociales que se reclaman desde la oposición e incluso desde sectores gubernamentales.
No había terminado febrero y en un evento cinematográfico, conocido como la muestra de jóvenes creadores, se le impidió la entrada a un grupo de jóvenes que son creadores, pero no adictos al gobierno.
Ahora mismo otros opositores, algunos en la cárcel, otros en libertad, han iniciado nuevas huelgas de hambre; en las provincias del interior del país no cesan las detenciones arbitrarias: el departamento de atención a la población del Consejo de Estado no da abasto tramitando quejas; el descontento y la represión, esos inseparables hermanos tan mal llevados, amenazan con elevar su visibilidad.
¿Serán los aquí mencionados, hechos aislados? ¿Serán señales inequívocas de que la revolución es más fuerte que nunca y que la construcción del socialismo avanza con paso seguro? ¿O acaso son indicios de que ya terminaron los tiempos en que nadie escuchaba, nadie veía, nadie comprendía lo que pasaba?