Los errores de Raúl Castro
La Habana/En su más reciente intervención pública ante el Parlamento, el general presidente Raúl Castro realizó una autocrítica sobre “desviaciones de la política” bajo la que se rige el sector privado y las cooperativas. “Errores son errores, y son errores (…) son errores míos en primer lugar, porque soy parte de esa decisión”, puntualizó.
En la lista de errores que no mencionó, debió poner en primer lugar la ausencia de un mercado con precios mayoristas al servicio de estas formas de gestión económica. De existir esa opción, los emprendedores honestos no tendrían que acudir al desvío de recursos estatales para obtener las materias primas y los equipos que le permitan producir bienes o prestar servicios de forma rentable.
Lo más lejos que se ha llegado en esa dirección ha sido abrir centros comerciales donde las mercancías se venden “de forma mayorista”, o sea en sacos o en cajas de grandes volúmenes, pero manteniendo el precio minorista por cada unidad.
En la lista de errores que no mencionó, debió poner en primer lugar la ausencia de un mercado con precios mayoristas al servicio de estas formas de gestión económica
Si además se permitiera a los trabajadores por cuenta propia ejercer de forma legal la importación y exportación comercial, con las indispensables facilidades aduanales, entonces estas formas de gestión estarían en igualdad de condiciones con las empresas del Estado para funcionar de forma eficiente.
La subdeclaración de ingresos para evadir impuestos es un problema que existe en la mayoría de países donde los ciudadanos deben tributar al fisco. Por regla general la evasión de estos pagos se ve como un hecho deshonesto allí donde los impuestos son justos y como un acto de legítima defensa donde el Estado pretende vampirizar a los emprendedores.
Cuando los Gobiernos tienen la vocación de hacer crecer al sector privado, reducen los impuestos, cuyo único papel es redistribuir la riqueza y aumentar la capacidad financiera para gastos sociales, pero no funcionar como un lastre para reducir la capacidad de crecer y prosperar de los negociantes particulares.
La evasión de estos pagos se ve como un hecho deshonesto allí donde los impuestos son justos y como un acto de legítima defensa donde el Estado pretende vampirizar a los emprendedores
El error más profundo que ha cometido Raúl Castro cuando decidió ampliar el trabajo por cuenta propia y el experimento de las cooperativas no agropecuarias ha sido hacerlo con el propósito de despojar al Estado de “actividades no estratégicas, generar empleos, desplegar iniciativas y contribuir a la eficiencia de la economía nacional en interés del desarrollo de nuestro socialismo”.
Esta visión oportunista, de usar un elemento ajeno al modelo como combustible para avanzar, genera contradicciones insalvables. Un emprendedor que funda un negocio está interesado en aumentar sus ganancias (según Carlos Marx) y crecer. Le tiene sin cuidado que al contratar trabajadores se disminuya el desempleo y que su particular eficiencia repercuta en la economía del país. Mucho menos, que su buen desempeño contribuya a perfeccionar un sistema que se aprovecha de su éxito de forma coyuntural.
El emprendedor sueña con que en su país existan leyes que protejan su libertad de empresa, que su dinero esté seguro en los bancos y que tenga derecho a importar y exportar, recibir inversiones, abrir sucursales, patentar innovaciones sin temor a confiscaciones inapelables ni a repentinos cambios en las reglas del juego. Sin temer que a la mesa del presidente de su nación llegue un informe detallando cuántas veces ha viajado al extranjero.
Al empresario le gustaría también poder elegir como diputado al Parlamento a alguien que proponga esas leyes y defienda los intereses del sector privado; que no lo vea como un mal necesario, sino como el motor principal para sacar adelante al país. No entender esto es el principal error que comete Raúl Castro.