Mi mala memoria
Las instituciones oficiales debieran cumplir lo que prometen. Si esa institución es la más oficial de todas y la promesa versa sobre asuntos esenciales, entonces la obligación se vuelve algo ineludible, casi solemne.
El Partido comunista de Cuba tiene, con los militantes de su organización y con el pueblo que gobierna por ley, al menos dos obligaciones pendientes contraídas ambas durante la Primera Conferencia Nacional, celebrada el 28 de enero de 2012
Una de ellas es terminar ya de redactar “la conceptualización de los fundamentos teóricos del modelo económico cubano” y la otra es la renovación del Comité Central del Partido en al menos un 20%.
En dicha conceptualización teórica habría que establecer los nexos entre la doctrina marxista leninista, que traza el rumbo del sistema socialista, y los lineamientos emanados del VI Congreso. Habría que explicar que no se están usando las melladas armas del capitalismo para hacer el socialismo sino que, aunque lo que se hace ahora se parece a las reglas del mercado, en realidad es planificación y que las ganancias que obtendrán los inversionistas extranjeros, fruto del trabajo de los obreros cubanos, no es obtención de plusvalía, sino otra cosa que habrá que nombrar de alguna forma.
En relación a la segunda deuda pendiente, la de “refrescar” el Comité Central, muchos esperan que en ese 20% de renovación esté incluido al menos el retiro de los octogenarios y la aceptación de un código diferente para la nueva meritocracia, donde ya no tendría que aparecer, la participación en la lucha contra la anterior dictadura ni la presencia en las tareas heroicas de los primeros años. De esa forma habrá en el CC hombres y mujeres que nunca dispararon sobre otro ser humano, que no confiscaron a nadie su propiedad y que ni siquiera arriesgaron su propia vida en aras de la causa.
Me pregunto cuántos militantes del PCC han planteado en su núcleo la inquietud de esta morosidad en el cumplimiento de compromisos tan elevados. Me pregunto cuántos cubanos se acuerdan de esas promesas y cuántos cifran en su cumplimiento algún tipo de esperanza.
Habrá quien diga que tengo buena memoria. En realidad mi memoria es mala. Muy mala.