Del mar y más allá
Un viejo chiste pronorteamericano cuenta que un habanero, de esos que no suelen usar la letra "r", caminaba por el malecón con su pequeño hijo. Mientras señalaba la inmensa masa azul del océano el niño preguntó a su padre "Papá, y eso qué es" y el hombre con su pronunciación habanera le respondió: "El mal, mijo, el mal". Unos metros y otros minutos después, el niño volvió a la carga " ¿Y más allá, qué hay?" A lo que el hombre contestó: "El bien, mijo, el bien".
Justo frente a ese malecón, donde las olas siguen siendo testigo impasible de lo que pasa en La Habana, se izará la bandera norteamericana en la recién inaugurada Embajada de los Estados Unidos. Pero el mar no ha querido estar ajeno a los trajines diplomáticos y le ha ofrendado a los habaneros un simbólico regalo: el pescado del mercado racionado.
Lo curioso es que la última vez que las carnicerías se llenaron de escamas en esta ciudad costera fue, ni más ni menos, un día antes del 17 de diciembre del pasado año, cuando Barack Obama y Raúl Castro anunciaron que ambos países restablecerían relaciones.
Seguramente el periódico Tribuna de La Habana publicará el cronograma de entrega del producto marino en cada municipio. En las colas se repetirán las mismas escenas de costumbre y la alegría de los pobres perdurará lo poco que siempre alcanza la cuota de la libreta.
El pescado, el mar, las banderas, viejos símbolos caprichosos que nos invitan a una lectura diferente, casi premonitoria, de la realidad.