El congreso de la incertidumbre
La jornada amaneció este viernes en La Habana como siempre: largas colas delante de las tiendas, con el temor a los crecientes números de la pandemia que hace un año aterrizó en Cuba y en medio de la incertidumbre que lo corroe todo y que ha pasado a ser el componente más certero de la realidad de esta Isla.
Viernes de "luchar", pero sin guerras ideológicas ni batallas políticas, sino de batallar cómo llenar el plato bajo la sombra de un poder que se reúne ahora en el Palacio de las Convenciones para un cónclave partidista que suena a antigua o remota saga mitológica en las calles de la capital cubana.
La falta de transparencia con que se realiza el octavo congreso de los comunistas cubanos tuvo su mejor evidencia cuando a las nueve de la mañana de este viernes 16 no se transmitió la inauguración del evento. En su lugar uno de los principales canales de la televisión nacional anunciaba el documental Enigmas de Egipto.
Solo el portal oficial Cubadebate publicó una nota contando que José Ramón Machado Ventura pronunció las palabras inaugurales del evento y que Raúl Castro tuvo a su cargo la lectura del informe central. Un breve video, difundido en las redes sociales, muestra a Castro, escoltado por su nieto guardaespaldas, desplazarse torpemente hacia su silla. La cámara enfoca de lejos, los detalles son borrosos y el aplauso, absoluto. La escenografía estaba servida.
La gran pregunta que se hacen muchos es si el llamado "congreso de la continuidad" dará paso a cambios estructurales inclinados al mercado y la democracia o insistirá en el camino de una economía estatal planificada y la ausencia de derechos
Si la incertidumbre ha sido la sensación predominante entre quienes tratan de descifrar el futuro inmediato del país, este congreso debiera ser el espacio donde aparezcan las respuestas, pero sus primeras horas no presagian soluciones sino silencios o escamoteos. La manera en que se ha abordado la cita de quienes controlan el país, a puertas cerradas, ya adelanta los planes que tienen para el próximo quinquenio, pero siempre hay que dejar margen a la sorpresa.
La gran pregunta que se hacen muchos es si el llamado "congreso de la continuidad" dará paso a cambios estructurales profundos inclinados al mercado y la democracia o insistirá en el camino de una economía estatal planificada y la ausencia de derechos políticos. No hay matices, es A o B, blanco o negro, control o flexibilidad. En este caso los grises no existen.
La anunciada retirada de Raúl Castro del cargo de primer secretario y la presumible salida de otros históricos significarán un relevo generacional solo porque la edad promedio de los que ascienden estará debajo de los 70 años. En cambio, la ancianidad de las ideas podría seguir frenando los anhelados cambios. No se trata de arrugas, males de próstatas o incidencia del Alzheimer, sino de la frescura de la modernidad y la lozanía de lo diferente.
Los críticos con el Gobierno apuntan a que este cónclave militante solo dejará "más de lo mismo" y que cualquier modificación será cosmética, pero hay quienes señalan que la reunión debe ser considerada como una nueva oportunidad, aunque se pierda. En esas dos miradas se resume la Cuba actual: el escepticismo de creer que nada cambia o la esperanza de que un breve tropiezo o con una última voluntad puede enrumbarse todo.
En las calles, mientras tanto, la gente se afana en conseguir los más elementales productos y los comentarios giran alrededor de la nueva medida que permite a los campesinos comercializar carne y leche. El Palacio de las Convenciones parecen tan lejanos como las pirámides de Giza.
Cuando concluya el lunes 19 este Octavo Congreso del PCC tal vez se hayan despejado algunos enigmas de la política a seguir por un partido político que se autotitula "la fuerza superior de la sociedad". Ojalá no haya que esperar a los arqueólogos del futuro para conocerlo todo.
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