Cuando se pierden los huevos
Un día es el aceite de cocina, otro las frazadas de limpiar el piso o el detergente de fregar, pero siempre hay un producto que de buenas a primeras se pierde de los estantes y no aparece ni en los mercados racionados, ni en las tiendas que venden en pesos convertibles, "ni en los centros espirituales" dicen algunos.
Cuando se pierden los huevos, casi nunca es culpa de las gallinas, sino de una mala organización en la producción o la distribución. El huevo es un protagonista clave en la dramática situación alimentaria de los cubanos. Es, como dice mi vecina Magdalena, "el que no puede faltar", por eso le dicen "el salvavidas". Sin embargo se pierde, desaparece, hace ¡puf! como en los actos de magia y entonces se ponen a funcionar las formas alternativas de comercialización.
En la libreta de racionamiento, a cada ciudadano le tocan cinco huevos al mes a un precio de 15 centavos cada postura. En los mercados liberados, un cartón de 30 piezas vale 33 pesos nacionales, en la shopping cobran 3,60 CUC, casi el triple comparado con el liberado de moneda nacional (CUP). En el mercado negro, que funciona bajo la estricta regla de oferta y demanda, siempre será más caro que el racionado y más barato que el de pesos convertibles y valdrá más o menos del que venden de forma liberada en dependencia de que esté presente o ausente.
En marzo de este año, se destapó un sonado caso de corrupción en el que 19 funcionarios de una empresa estatal fueron condenados a penas de entre 5 y 15 años de prisión, por su implicación en el desvío de más de 8 millones de huevos al mercado ilegal, lo que ocasionó una afectación económica ascendente a 8.907.562 pesos. Pero nadie puede creer que una vez que fueron descubiertos esos infractores se dio por terminado el trasiego. Basta que vuelvan a escasear para que se arme un nuevo trapicheo en el que cada cual juega su rol de mayor o menor riesgo, de mayor o menor esfuerzo y, desde luego, con menos o más ganancia.
Los medios oficiales intentan que sean los emprendedores privados quienes carguen con la culpa de la escasez
En la época en la que no se habían autorizado las cafeterías y restaurantes particulares, el mercadeo clandestino de huevos se limitaba al puertapropismo consistente en ir de puerta en puerta ofertando la mercancía. Nunca olvidaré un día que a mi casa llegó una señora acompañada de un niño que llevaba una pelota de playa. "¿Quiere huevos a peso?", me preguntó. "Deme diez", le dije y entonces, como por encanto, sacó los huevos de la pelota. Ahora los dueños de paladares y especialmente los que hacen dulces monopolizan la compra. Los medios oficiales intentan que sean los emprendedores privados quienes carguen con la culpa de la escasez y hasta se les quiere responsabilizar con los frecuentes desvíos, que son casi secuestros, de lo que sale de los almacenes rumbo al mercado.
El ciclista de la foto anduvo varios kilómetros por la avenida Rancho Boyeros de La Habana con su preciosa carga. Al principio intentó pedalear, pero la altura de su estiba le hacía perder el equilibrio. A lo largo de su recorrido sufrió todo tipo de bromas de taxistas y camioneros, pero tuvo suerte de toparse con una patrulla de la policía.