Propuestas para la prensa cubana
La Habana/En el último medio siglo los medios de difusión cubanos pudieran catalogarse de privados monopólicos, en manos del único partido permitido. Sin embargo, en el inevitable proceso de transición hacia la democracia se hace indispensable modificar esa situación. El primer paso debe ser, sin dudas, diversificar las formas de propiedad sobre estos espacios informativos para garantizar su calidad y pluralidad.
La presumible llegada de diversos medios internacionales que buscarán instalarse en el país podría ayudar a elevar la calidad del periodismo y a desarrollar nuevos enfoques. Sin embargo, tendrá que hacerse adecuadamente para no asfixiar a la incipiente prensa nacional independiente, que enfrenta serias minusvalías materiales ante el actual monopolio y ante los grandes consorcios que arriben al país.
La solución más adecuada para un escenario de esa naturaleza sería, junto a la liberación de la prensa, la creación de medios públicos (no estatales) que combinen una propiedad cooperativa, con subsidios estatales y una dirección elegible y renovable. Los canales informativos de "todos" no deben estar sometidos a los arbitrios de la bolsa, ni a los contubernios editoriales de los periodistas con cualquier tipo de poder, sea político o económico.
La solución más adecuada sería, junto a la liberación de la prensa, la creación de medios públicos (no estatales) que combinen una propiedad cooperativa, con subsidios estatales y una dirección elegible y renovable
La renovación de la vida política en el país también requerirá la presencia de todas las tendencias ideológicas en los medios. Sin embargo, ninguno debiera estar relacionado con los recursos financieros de las agrupaciones políticas. Así que para alcanzar una igualdad de oportunidades habrá que dictar leyes al respecto.
La evolución de la democracia en Cuba dirá qué es lo más aconsejable, pero se debe aprovechar la relativa ventaja que significa empezar desde cero. Esto implica aprender de experiencias ajenas y abrir un debate público, que permita encontrar los mejores caminos y fórmulas para la futura prensa cubana.
El parlamento, representativo y plural, debe contar con un canal propio que, aunque amenaza con ser muy aburrido, tendrá la obligación de transmitir los debate, divulgar leyes y aclarar dudas a la población. Horas de interminables discusiones para cambiar una coma o una frase de la ley llenarán las transmisiones.
Con tales compromisos cumplidos en los medios públicos, los privados podrán competir en calidad y diversidad, bajo la premisa de la más amplia libertad de expresión
Hará falta también un espacio, televisivo, digital o impreso que se ocupe de difundir los valores culturales, sin elitismos ni favoritismos. No serán los rostros vinculados con el partido en el poder los que más horas al aire tengan, ni tampoco los que compren los espacios, sino aquellos que más valgan y brillen en nuestro país. Algo así pondría fin definitivamente a las oprobiosas listas negras que han censurado en los medios nacionales a artistas emigrados, deportistas "desertores", científicos críticos con el Gobierno y ciudadanos que no abrazan la ideología en el poder.
Con tales compromisos cumplidos en los medios públicos, los privados podrán competir en calidad y diversidad, bajo la premisa de la más amplia libertad de expresión. Sin embargo, eso sólo son los cimientos del complejo edificio de una prensa libre, a la que en el camino le saldrán sus propias grietas y deberá ajustarse a los movimientos telúricos de la realidad. El ciudadano dejará de ser un receptor pasivo de lo que ve, oye o lee, para conformar a voluntad la información que consume a "la carta".
A los periodistas les corresponderá entonces ofrecer un producto profesional y atractivo, que logre competir en el mercado de la información sin arrodillarse ante el poder ni apelar a la exageración como estrategia.