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Revisando el revisionismo

Reinaldo Escobar

14 de febrero 2011 - 21:01

En la asignatura Cultura Política que recibe mi hijo en el décimo grado le han puesto a realizar un trabajo en el que deben analizar la obra de Carlos Marx vista por Lenin. El tema específico que Teo debe desarrollar con su equipo está referido a un artículo de Vladimir Ilich titulado Marxismo y revisionismo publicado hace ya más de un siglo.

La primera dificultad que hubo que salvar fue encontrar el libro, pues en la biblioteca de la escuela, los tres tomos de las Obras Escogidas del autor ruso tenían una cola de lectores para trabajos similares. Como hace más de 25 años que vivo en este edificio de 144 apartamentos, sé más o menos quién tiene libros en su casa y entre ellos, aquellos proclives a poseer ese tipo de literatura política.

Parecía que se hubieran puesto de acuerdo los once vecinos a quienes tocamos la puerta: “Ya yo me deshice de eso, Ni me acuerdo lo que hice con esos libros, ¿Lenin, quién se acuerda?” fueron más o menos las respuestas. Finalmente tuve que salir del barrio y atravesar la ciudad para encontrar en la casa de mi amigo, el blogger Dimas Castellanos el ejemplar buscado.

Con mi mejor buena fe ayudé a mi hijo a entender la jerga leninista, repleta de etiquetas y epítetos. Buscamos en la enciclopedia los nombres de casi todos los pensadores mencionados y hasta desempolvamos en viejo diccionario filosófico de Rosental para “esclarecer” los conceptos. Al final apareció la sombra de una terrible interrogante: ¿Cómo quedan -a la luz del fulminante concepto- los nuevos elementos del panteón revolucionario de nuestros días tan ajenos a la vieja doctrina? ¿Calificaría Lenin de revisionista a Hugo Chávez con su ignoto Socialismo del Siglo XXI? ¿Qué diría del indigenismo cocalero de Evo Morales o de la Revolución Ciudadana de Correa? Aún más, a qué sótano bajaría Lenin las reformas económicas realizadas en China o Viet Nam?

Una de dos, o los revisionistas ganaron la batalla o el cartelito no tenía la eterna durabilidad de categoría filosófica que su creador le adjudicaba. Habrá que ser dialéctico o mejor ser ambiguo para que nadie se sienta ofendido. Como nunca se sabe con qué se gana o con qué se pierde, cuando vaya a devolverle a mi amigo Dimas Castellanos el libro que me prestó, lo llevaré forrado, que sobre ambos ya hay demasiadas suspicacias ideológicas para echarnos otra encima.

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