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El humorista cubano Rigoberto Ferrera usa el infinito vocabulario de su cuerpo

Rigoberto Ferrera la noche de este sábado en el Bertolt Brecht. (14ymedio)
Reinaldo Escobar

13 de noviembre 2022 - 19:04

Entre los centenares de personas que se aglomeraron frente a la entrada de la sala Bertolt Brecht la noche de este sábado pocos sabían por qué el humorista Rigoberto Ferrera celebraba 30 años sobre el escenario.

1992 quedaba muy lejos para la mayoría de los jóvenes que pujaban por entrar, esos que lo siguen en Instagram, y los que peinan canas o ya no tienen nada que peinar, que lo siguen en Facebook, probablemente nunca pasaron por aquella sala improvisada sobre una cisterna en la calle 25 de El Vedado, donde Riguito, como le dicen sus amigos, interpretaba a Pepe Grillo en una versión libérrima del Pinocho.

En cada una de las muchísimas representaciones que tuvo aquella obra, un grupo de niños, vecinos del lugar, se aprendieron los parlamentos, imitaron sus gestos y de allí nació lo que luego fuera La Colmenita, ese ambicioso proyecto que ha llevado hasta más allá de sus últimas consecuencias Carlos Alberto Cremata, el Tin.

Sentado frente al teclado de su piano, o de pie en el escenario, Rigoberto mantiene la atención de esa cofradía de admiradores que corean el final de las frases que él deja inconclusa. Le sobran las palabras, porque cuenta con su rostro, donde sus ojos y la boca, que deletrea en silencio lo que no puede soltarse en voz alta, lo dicen todo.

Sentado frente al teclado de su piano, o de pie en el escenario, Rigoberto mantiene la atención de esa cofradía de admiradores que corean el final de las frases que él deja inconclusa

Pero además cuenta con el infinito vocabulario de su cuerpo, flexible y elástico, que le permite escenificar las diferencias de cómo se mueve el chofer de un almendrón y las peripecias de quienes deben acomodarse frente al volante de un polaquito. Había que verlo, estirando la mano para recuperar lo que quedaba de su pierna izquierda fuera del auto.

En una mesa de invitados estaban los que quedan en Cuba del Centro Promotor del Humor a quienes Rigoberto flageló sin compasión con sus mejores chistes. Pero no hubo rencor, sino revancha, por eso los funcionarios de la entidad (que no por funcionarios dejan de ser humoristas) le regalaron un cuadro titulado El mono liso donde aparece este simpático calvo con el fondo de la Gioconda.

Es una suerte para el humor cubano que Rigoberto Ferrera siga en la Isla y una fortuna mayor que este Pepe Grillo siga acariciando las teclas que hay que tocar aunque no falten los crueles titiriteros al estilo del barbudo Stromboli que sigan profiriendo aquella amenaza de hace 30 años: "Aquí se hace lo que yo diga y se dice lo que yo pienso y al muñeco que se me revire lo tiro pa' la candela".

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