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¿Es el movimiento sindical también la patronal?

Trabajadores de la empresa estatal Cimex en el desfile del Primero de mayo, en La Habana. (14ymedio)
Reinaldo Escobar

28 de diciembre 2017 - 17:07

Todo aquel que conozca medianamente la realidad cubana conoce el rol de "polea de transmisión" que desempeñan las llamadas organizaciones de masas. En lugar de representar los intereses de sus afiliados ante el Estado funcionan como veladores de los intereses gubernamentales en el sector que les corresponde.

La Federación de Mujeres Cubanas (FMC) se ocupa de mostrar la emancipación femenina más por sus ocupaciones laborales que por sus derechos de género; la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) hace de sicario para expulsar estudiantes incómodos bajo el principio de que "la universidad es para los revolucionarios" y la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) vigila con más celo el cumplimiento de la entrega de productos a Acopio que el pago de las deudas a los campesinos.

Los dirigentes sindicales se llevan el premio de la docilidad. Como auténticos capataces al servicio del Estado-patrón se preocupan más por la productividad que por las medidas de protección

Los dirigentes sindicales se llevan el premio de la docilidad, sobre todo en las instancias nacionales. Como auténticos capataces al servicio del Estado-patrón se preocupan más por la productividad que por las medidas de protección; le exigen al trabajador el cumplimiento a rajatabla de la disciplina, pero son incapaces de protestar ante la administración cuando alguien es despedido injustamente.

Durante una reciente conferencia de prensa, el secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), Ulises Guilarte de Nacimiento, sorprendió a todos cuando advirtió sobre la importancia que debía tener el tema del salario en el próximo Congreso de la entidad oficialista.

Quienes esperaban una queja por las dificultades para llevar un plato a la mesa familiar con la paga mensual se toparon con las aseveraciones de Guilarte de que el problema de los bajos salarios resulta "mucho más dañino hoy a los efectos de la fluctuación permanente, creciente además, que tenemos en la fuerza de trabajo" y añadió a su lista de preocupaciones "la apatía, la desmotivación" que genera.

Al secretario general le irrita que la gente no encuentre en el trabajo los recursos suficientes para adquirir bienes y disfrutar servicios, no por la baja calidad de vida que eso conlleva, sino porque entonces caen en la "debilidad moral" de "encontrar en el robo, en el desvío, en la apropiación indebida, las llamadas fuentes alternativas para satisfacer sus necesidades".

En lugar de reclamar el cumplimiento de la sagrada ley del socialismo que impone pagar a cada cual según su trabajo, el líder del único sindicato permitido en el país lamenta que los bajos sueldos han provocado en apenas cuatro años "una pérdida de más de 30.000 (...) trabajadores de la más alta calificación", en alusión a la migración de los más talentosos hacia el sector no estatal de la economía.

Como en cualquier otro naufragio resulta inapropiado ponerse a reclamar derechos y solo habrán de escucharse las ordenes del capitán

Más adelante, con la jactancia de ser un allegado a las altas esferas del poder, confesó que Raúl Castro le había indicado que "la aportación más concreta que puede hacer el movimiento sindical en Cuba es, de verdad, continuar movilizando a los trabajadores para poner a flote las reservas de eficiencia", otro de los muchos llamados que se han repetido por décadas a hacer un mayor esfuerzo y sacrificio, pero sin asomo de mejorar las condiciones laborales en el sector estatal.

Más allá de estas exhortaciones, lo más significativo a resaltar de las declaraciones de Guilarte es su papel al lado del poder y no de la clase trabajadora. Al sindicalista no le tiembla un músculo cuando reclama y critica a quienes debería defender y apoyar.

Eso ocurre porque a los ojos de quienes llevan "la sartén por el mango" no hay lugar para la división de roles, ni la diferenciación de intereses en la permanente situación de emergencia en que han sumido al país. Como en cualquier otro naufragio resulta inapropiado ponerse a reclamar derechos y solo habrán de escucharse las ordenes del capitán, aunque los medios oficiales sigan repitiendo que la nave del socialismo surca los mares hacia una sostenible prosperidad.

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