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Verde y con puntas, un cactus

José Ramírez Pantoja, periodista de Radio Holguín y autor del blog Verdadecuba. (Facebook)
Reinaldo Escobar

29 de agosto 2016 - 13:24

La Habana/El despido del periodista José Ramírez Pantoja de la emisora Radio Holguín por haber publicado en su blog una intervención de la subdirectora de Granma, Karina Marrón, ha desatado una interesante polémica que en virtud del secretismo que reina en la prensa cubana no ha salido de las redes sociales y los espacios digitales.

No intento ponerme en la piel de Ramírez Pantoja. Hace ya 28 años caí lanzado al mismo saco cuando fui expulsado del periódico Juventud Rebelde acusado de entregar textos con doble lectura en los que pretendía enfrentar a las nuevas generaciones con la dirección histórica de la Revolución. Pero, a pesar de mi justificada reputación de vanidoso, no vengo aquí para hablar de mí, sino de lo que se siente en una situación semejante.

El atrevimiento de quienes osan criticar o difundir una crítica suele estar cimentado en la infinita confianza de que los señalamientos expresados van a contribuir a mejorar la situación. Advertir a tiempo de que "este no es el camino" es una grave responsabilidad que solo se asume cuando se supone que el guía que nos conduce nos escuchará, porque cree en nuestra buena fe. Decir públicamente una verdad necesaria, desobedeciendo la orden de quienes imponen el silencio, es no solo un gesto de valentía, sino sobre todo de honestidad.

Decir públicamente una verdad necesaria, desobedeciendo la orden de quienes imponen el silencio, es no solo un gesto de valentía, sino sobre todo de honestidad

Cuando la respuesta a la crítica es el castigo, cuando el ensoberbecido guía dispone la expulsión de la tropa de aquel que cuestionó sus decisiones, cuando la verdad expuesta es obligada a enmascararse porque su desnudez ofende a quienes se sienten perjudicados, entonces al atrevido crítico solo le quedan dos caminos: o se retracta o tira la puerta.

Alguien dijo una vez que la oveja descarriada que se escapa podrá volver al corral, pero jamás regresará al rebaño. La manada de obedientes solo puede ver en su rebeldía malas intenciones o aviesos propósitos de traición. Con esa sombría admiración que se esconde detrás de la envidia se mantendrán atentos a la decisión final del pastor.

Si sacrifican al insumiso, chillarán alegres mientras aplauden el veredicto, si sobreviene el perdón, o mejor aún el reconocimiento a que José Ramón estaba en lo cierto, que hizo lo correcto, se le acercarán sumisas a darle palmaditas en el hombro, mientras a sus espaldas comentarán que todo estaba preparado, que todo era una oscura operación de las altas esferas del poder.

De verdad, que no quisiera estar en la piel de este periodista holguinero.

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