Ha vuelto a morir Héctor Zumbado
La noticia de la muerte del humorista Héctor Zumbado, anunciada este lunes en el noticiero estelar, ha surtido el efecto de un déjà vu entre quienes lo conocieron. Justamente en los años 90, cuando se estaba volviendo más sospechoso y más vigilado, Zumbado fue atacado en plena calle por los desconocidos de siempre, quienes con un golpe en la cabeza lo dejaron sin la capacidad de hablar ni de escribir.
Otra versión cuenta que fue una caída accidental en medio de una de sus habituales borracheras. Lo cierto es que los cubanos nos perdimos los chistes de Héctor Zumbado acerca del Período Especial y, sobre todo, los sucesos que han venido después, incluyendo los tres últimos congresos del Partido Comunista.
Pudo ser filósofo, por la profundidad con que penetraba en cada tema, o analista político, pero eligió reírse de todo y hacernos reír con sus cáusticas observaciones. Su humor ácido se desbordó en aquella inolvidable Limonada Joe (1979) o en sus Riflexiones publicadas en Juventud Rebelde entre 1980 y 1985, donde no dejaba títere con cabeza ni titiritero con dedos. Tuvo cargos y ganó premios, pero ninguno le importó tanto como para mencionarlo el día de su muerte definitiva.
Quienes compartieron con Zumbado en el bar de la Unión de Escritores (UNEAC) o en la cafetería de la Unión de Periodistas (UPEC) conocen sus mejores ocurrencias. De ellos quedan pocos en Cuba. Pero los que están vivos, aquí o allende las fronteras, no podrán olvidar las sutilezas nunca escritas, las caras que ponía cuando le hablaban de algo sobre lo que todo el mundo sabía que se estaba riendo.
Algún día deberán publicarse los comentarios de los informantes que anotaban cuidadosamente sus mejores bromas. Ese sí será un homenaje póstumo a su memoria.