La otra eutanasia
La Habana/La anunciada aceptación de la eutanasia por las autoridades del Ministerio de Salud Pública cubano no ha traído, como pudiera suponerse y desearse, un amplio debate entre quienes la apoyan y la desaprueban.
La idea de proporcionar una "muerte digna", de evitar la prolongación de una agonía dolorosa, se apoya en la convicción científica de que la persona sufre una enfermedad tanto incurable como letal y conlleva la certidumbre del deseo expreso del paciente, o el apoyo de sus familiares más cercanos, en el caso de verse este impedido de formular su voluntad.
Se contrapone a la eutanasia (y a toda forma de suicidio) la obstinación del instinto de conservación que puede reaparecer como un tardío arrepentimiento en el último minuto, cuando ya el proceso de apagar la vida resulte irreversible. Por otra parte, consideraciones religiosas que dejan la decisión de morir exclusivamente en manos de Dios se oponen a esta práctica.
Cuando un sistema económico, político, social no trae los resultados esperados, hay que cambiarlo
Resulta muy tentador trasladar la argumentación a favor de la eutanasia a otras manifestaciones de la vida. Cuando una finca cultivada se ve afectada por una plaga lo recomendable es arrancar lo sembrado y roturar la tierra; cuando una empresa se vuelve improductiva y a pesar de las renovaciones sigue dando pérdidas, lo mejor es liquidarla; cuando un sistema económico, político, social no trae los resultados esperados, hay que cambiarlo.
Para no seguir dando rodeos, este moribundo socialismo a la cubana merece la aplicación de una piadosa eutanasia, sobre todo para no seguir haciendo sufrir innecesariamente a los 11 millones de pacientes que lo padecen. Hay evidencias de sobra de que los males contraídos son incurables bajo las reglas del sistema y que tarde o temprano sobrevendrá el colapso.
Se le contraponen a esta eutanasia social, el instinto de conservación de un grupo de personas aferradas a sus privilegios y a consideraciones ideológicas con tintes religiosos que invocan la sangre derramada para llegar hasta aquí, el compromiso de continuidad con los líderes muertos y el difuminado espejismo de un futuro de prosperidad.
A mí que a nadie se le ocurra matarme, aunque todo señale que estoy a punto de padecer una partida horrible, dolorosa y prolongada, pero "esto" ya no debemos seguirlo soportando los cubanos y desde aquí me atrevo a recomendarle una "muerte digna" al proceso. La voluntad a tener en cuenta es la de los que sufren.
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