La nueva minoría
Si fuera posible realizar una encuesta nacional sin que los participantes tuvieran miedo a responder de forma veraz y con la garantía de que los resultados no serán manipulados, me atrevo a asegurar que ante la pregunta de "¿Está usted satisfecho con la gestión de quienes gobiernan?" veríamos que la inmensa mayoría marcaría la casilla del "no". Si la pregunta fuera más precisa e indagara en la voluntad popular de llevar a cabo un cambio profundo, entiéndase un cambio de sistema, la misma mayoría escribiría su cruz sobre la casilla del "si".
Me niego a creer que todas las personas con las que converso, aquellas con las que coincido en una guagua, en un almendrón, en una cola, o en la intimidad de sus casas, mienten cuando muestran su desacuerdo con los gobernantes o cuando proyectan una nueva forma de vivir en Cuba. En todo caso, si fueran a mentir, sería para decir que todo está bien y que el socialismo es la solución, pero lo harían por miedo.
He conocido a muchos que creyeron en el proyecto que pretendía construir el comunismo en Cuba y que hoy ya no creen en él, pero no tengo noticias de alguien que, habiendo estado realmente en contra, se haya convencido de que las propuestas del único partido permitido son el futuro deseado para el país. Hay muchos simuladores entre los que aplauden, pero los únicos que fingen en el otro campo son los agentes de la Seguridad del Estado infiltrados en la oposición.
En todo caso, si fueran a mentir, sería para decir que todo está bien y que el socialismo es la solución, pero lo harían por miedo
La militancia comunista representa menos del 9% de la población cubana pero su presencia en el Parlamento, en el Consejo de Estado y en el Consejo de Ministros supera el 98%. Estas abismales diferencias entre una minoría que manda y una mayoría que debe obedecer están cimentadas en Cuba sobre aparentes diferencias políticas, muy lejos de las arraigadas divergencias entre suníes y chiitas que fracturaron a Irak o los conflictos étnicos entre tutsi y hutu que terminaron con un genocidio en Ruanda. Camagüey nunca será separatista como Chechenia; los devotos de la Regla de Ocha no promoverán una matanza de católicos, la guerra entre negros y blancos ocurrida en 1912 no parece que pueda repetirse.
Cuando los que ocupan mayoritariamente los asientos en las esferas del poder son una minoría solo pueden mantener su prevalencia a través de la fuerza, expresada en la intimidante presencia de las instituciones represivas, el control político de las esferas judiciales y una red de colaboradores dedicados a delatar y a participar en los actos de repudio.
Esta estructura puede corroerse desde abajo o desde arriba.
La lealtad a los nonagenarios históricos sigue siendo la mejor moneda para mantenerse a flote
Aquí abajo se puede ver que, aunque muchas personas siguen pagando su cuota como miembros de los Comités de Defensa de la Revolución, solo lo hacen para guardar las apariencias ante una presumible "verificación" para ascender en el trabajo, pero ya nadie hace la guardia nocturna y las mipymes que pagan mejores salarios que los centros estatales no hacen verificaciones. La aspiración de emigrar, que conlleva el requisito de demostrar un miedo creíble, supera en mucho la ambición de ser jefe de algo en una entidad del Estado. Ya la presidencia del CDR no determina a quién le van a instalar un teléfono fijo y, en definitiva, con los celulares se resuelve la comunicación.
Allá arriba es donde mejor se puede ver el baile de máscaras. La lealtad a los nonagenarios históricos sigue siendo la mejor moneda para mantenerse a flote. Pero esa minoría que ocupa mayoritariamente los puestos en la cámara del poder está compuesta por seres humanos que, por muy cínicos y oportunistas que sean, se dan cuenta de que su compromiso con los que mandan está en contradicción con el que deberían tener con los que supuestamente representan.
Ellos están en minoría y la mayoría se da cuenta.
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