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‘Ciudades en pugna’

La portada de 'Ciudades en pugna', de Luis Machado Ordetx.
José Gabriel Barrenechea

27 de julio 2015 - 18:16

Santa Clara/La incongruencia de que en Cuba en cualquier ciudad de provincias haya al menos una editorial y sin embargo ningún diario, da pie a no pocas deformaciones en nuestra vida literaria. Se imprimen así muchos libros que en realidad nunca debieron pasar de artículo periodístico, y, en el mejor de los casos, de la docena de cuartillas. La práctica de convocar a concursos de ensayo donde no existe la tradición ensayística no hace más que empeorar esta situación.

Una muestra de los monstruos que crean las deformaciones mencionadas es Ciudades en pugna, de Luis Machado Ordetx. Este libro ganó el Premio Literario Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2014 en la modalidad de ensayo y, como es ya costumbre, la editorial Capiro ha puesto en librería justo el día antes de la proclamación de los premios del año siguiente, el pasado martes 14 de julio.

Un muy político Félix Julio Alfonso, presidente del jurado que premió este libro, habla en el prólogo de densos follajes retóricos, salpicados de erudición bibliográfica y desmesura documental. En realidad, abunda en el libro la pedantería retórica, con la que por sobre todo se intenta agregar páginas en los inicios de los capítulos y de los epígrafes, y que, como consecuencia de su descomedido uso, desalienta al lector más adiestrado en estos excesos. Pocos pasarán más allá de esos fárragos iniciales. Las fuentes, por su parte, son pésimamente usadas, sin que atinemos a saber si el exceso de citas tiene como objetivo conseguir estirar el trabajo hasta las dimensiones exigidas por el premio o aplastarnos con la vastedad de la erudición del autor.

Abunda en el libro la pedantería retórica, que, como consecuencia de su descomedido uso, desalienta al lector más adiestrado en estos excesos

Por ejemplo, observemos el capítulo Humos del Periodismo, ¿La Polémica?, central en la obra ya que en él Machado Ordetx desarrolla lo que en el fondo es su objetivo principal: negar la idea de Santa Clara como ciudad letrada. Aparte del abuso de los signos de interrogación que inunda la obra entera, se hace evidente en la introducción a este capítulo que el autor no tiene a nadie más que a Gastón Baquero para sostener su posición. Menciona a Jorge Mañach, pero no cita nada concreto suyo que lo ayude a argumentar su pretensión desacralizadora, salvo su referencia encomiástica a Camajuaní, que para nada menciona a Santa Clara. Machado llega hasta dar sin más a Bienvenido Rumbaut Yanes como miembro de un pretendido club anti-santaclareño, armado a pura voluntad con Baquero y Mañach, cuando hasta ese momento, y hasta el fin de la obra, solo presenta la siguiente cita suya extraída de la prensa de la época: "Villa Clara (Santa Clara) está limpia, remozada. Sus calles, sus edificios modernos, su propio ajetreo de ciudad cosmopolita, dan la sensación de poderío..., está rejuvenecida. Parece más ampliada. Allí se respira en otro ambiente. No hay en ella la quietud que en otros pueblos...".

A no ser que Machado Ordetx haya confundido sus citas, no me explico de qué manera este fragmento de Rumbaut Yanes le permite identificarlo con aquel otro de Baquero, en el que afirma que Santa Clara es un "espacio cerrado en el cual la vida no logra dispararse con el ímpetu y el derroche de luz y la restallante alegría que le son circunstanciales".

La propia elección de Baquero como su principal (y en realidad único) caballo de batalla no hace más que debilitar toda su argumentación. Baquero, negro y homosexual, habla de una ciudad muy racista y algo puritana, como el mismo Machado reconoce. Por otra parte, es bien conocido que el periodismo de Baquero no se distinguía por su objetividad. Es en su estilo castizo y en su erudición donde se encuentran sus fuertes, pero no en esa actitud que consiste en distanciarse de los sentimientos y pasiones propios.

La propia elección de Baquero como su principal (y en realidad único) caballo de batalla no hace más que debilitar toda su argumentación

Más adelante Machado cita una carta de Ramón de la Sagra a Gertrudis Gómez de Avellaneda. En esta, escrita en 1860, De la Sagra habla de agitaciones y zozobras antiguas a las que ha seguido la paz monótona en que entonces viven. Es tal el deseo del autor de que todo apoye su visión de la historia que se pregunta si De la Sagra no se referirá a las tensiones surgidas entre Santa Clara y las regiones de Cienfuegos y Sagua, que poco antes se le habían desprendido.

No obstante, para cualquiera que conozca nuestra historia es evidente que De la Sagra a lo que se está refiriendo es al periodo de inestabilidad política relacionado con los intentos anexionistas de finales de los cuarenta y principios de los cincuenta del siglo XIX. No olvidemos que el general Narciso López, la figura principal en ese periodo, había comenzado su carrera anti-gubernamental precisamente en la zona de Santa Clara.

En general, tras la lectura de las citas del capítulo referido a uno le queda más bien una impresión diametralmente opuesta a la que perseguía Machado. Asombra esa constante aparición de publicaciones literarias en una ciudad que entre 1842 y 1929 nunca contó con los recursos financieros que Sagua o Cienfuegos sí poseían, pero que nunca se concretaron en nada semejante. Nos lleva a preguntarnos: si Santa Clara nunca fue una ciudad letrada, ¿cómo es que en ella se daban individuos como Eduardo Machado o cómo fue aquí que surgió ese proyecto tan citado por el propio autor, la revista Cuba Contemporánea?

Nos parece que la pretensión de poner en libro lo que no pasaba de ensayo de veinte cuartillas lastra este muy interesante e importante trabajo, que en esa forma merecería ser publicado en alguna publicación de mayores alcances. Claro, si también antes el autor se desprende de la creencia, no solo de Machado sino en general de los medios literarios de la Isla, de que un ensayo mientras más oscuro, abstruso, retórico y cargado de citas, mejor.

No quiero dejar de señalar también la errónea selección de la editora a la que se encargó el cuidado de esta obra. Maylén Domínguez es una escritora de literatura infantil que para nada domina esta especial y muy exigente forma literaria, ni mucho menos posee los conocimientos aledaños que se requieren siempre para editar una obra de ensayo historiográfico. El exceso retórico y algunas incongruencias gramaticales, que también las hay, podrían haberse evitado de haber escogido Capiro mejor al encargado de editar esta obra.

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