Adiós agosto, nadie va a extrañarte
La Habana/Agosto es el mes cruel, habría escrito el poeta T. S. Eliot si hubiera nacido en Cuba. Porque al concluir julio, y antes de que llegue septiembre, todo se vuelve mucho más complicado. A las altas temperaturas se le suman las vacaciones masivas de miles de estudiantes y empleados estatales, que hacen que la vida se mueva lenta, pastosa, como un líquido denso y caliente.
Los teléfonos de los ministerios suenan sin que nadie los responda, los funcionarios no están en sus puestos y las secretarias aprovechan la canícula para dedicar más tiempo a pintarse las uñas. Todos se justifican con el verano, todos le echan la culpa a este mes, como si fuera un virus cuyo único tratamiento consistiera en esperar a que pase.
La irritabilidad lo llena todo. La gente chilla en las largas filas, suelta un insulto a la primera oportunidad y maldice el clima, este sopor que apenas deja pensar. Septiembre se vuelve la meta, el mes ansiado.
Sin embargo, cuando agosto queda superado la cotidianidad sigue moviéndose a rastras. Sea el calor, la lluvia, un huracán o una marcha política, en Cuba siempre hay un argumento para la abulia y la desidia.